Con la cortesía de la Howard Greenberg Gallery de Nueva York.
Juntando las piezas de la vida de Vivian Maier, es fácil evocar la famosa cita de Churchill sobre la vasta tierra de los zares y de los comisarios que se extiende hacia Oriente. Era una de esas personas que encarnaban la típica sensibilidad europea de mujer liberada e independiente, con acento incluido, si bien había nacido en Nueva York. Aún siendo intensamente discreta y celosa de su privacidad, Vivian solía predicar animadamente su propia y muy liberal visión del mundo a todos aquellos que quisieran escucharla, e incluso a quienes no quisieran. Aunque decididamente desprendida, llegó no obstante a llenar hasta rebosar unos cuantos de armarios con todo tipo de cachivaches encontrados, libros de arte, recortes de prensa, así como de pasquines políticos y otras fruslerías. Gran solitaria, a la que no se le conoce ninguna amistad, familia o relación de ningún tipo, Vivian Maier sembraba la intriga en sus contemporáneos, hasta tal punto que se pensaba de ella que era una espía al servicio del gobierno americano.
Hasta el 8 de Julio.