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CRISTÓBAL HARA, COLOR Y LENGUAJE A TRAVÉS DEL CAMINO

ROBERTO VILLALÓN VARA

Cristóbal Hara .

Su obra, innovadora y muy personal, casi desconocida durante muchos años, está siendo reivindicada ahora por los fotógrafos más actuales. Un buen motivo para tener una charla con este gran fotógrafo.

Cristóbal Hara (Madrid, 1946) pasó su primera infancia en Filipinas. Su madre, de origen alemán, murió poco después de nacer él. Cuando su padre se casó más tarde con una estadounidense, lo llevó al país americano durante un tiempo. Ya con ocho años, fue internado en un colegio jesuita de Valladolid, un colegio de aquella España franquista, donde la dictadura y la religión marcaban el día a día.

Después comenzó a estudiar Derecho y Dirección de Empresas, primero en Madrid y luego en Hamburgo y Múnich. Hasta que en 1969 decidió dedicarse a la fotografía. Londres era su lugar de residencia habitual desde 1971 y realizó continuos viajes a España. Fue en 1980 cuando se afincó definitivamente en nuestro país.

Sus primeras fotos fueron en blanco y negro, con un estilo clásico basado en Henri Cartier-Bresson o Robert Frank, siguiendo las convenciones del reportaje de la época. Es en 1985, experimentando con el color, cuando encontró su camino. Alejándose de la visión cromática de los fotógrafos americanos, sus referencias fueron los pintores españoles: Goya, Velázquez, José de Ribera… También buscó una manera de fotografiar diferente, tratando de evitar la forma “correcta” y buscando su propio lenguaje. Eso le ha dado un estilo particular y reconocible.

Cristóbal Hara ha pasado a ser un referente para los fotógrafos que ahora despuntan tras años habiendo predicado en el desierto. Fotógrafos como David Jiménez, Ricardo Cases o Jesús Monterde son reivindicadores e incluso herederos de su trabajo. Tiene varias publicaciones entre las que destacan ‘4 cosas de España’, ‘Lances de Aldea’, ‘Contranatura’, ‘Autobiography’, ‘An imaginary Spaniard,’ o el aclamado ‘Vanitas’. Actualmente está elaborando ‘Los ensayos banales’, una colección de diez cuadernos especializados (va por el tercero) dirigidos a los fotógrafos, y en ellos se habla de la fotografía y se reflexiona sobre lenguaje fotográfico a través de las propias imágenes.

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© Cristóbal Hara

Cristóbal acababa de cumplir 70 años. Su espalda le ha dado un aviso y ha reducido su movilidad. Es un hombre tranquilo, culto, humilde, que habla suave. Pero también tiene ese punto combativo del hombre sincero, sin pose y que no se calla frente a lo que no le gusta. Cristóbal es como esos árboles que han ido creciendo despacio, buscando su luz, como una encina con marcas en la corteza y heridas internas, pero con madera dura que arderá lentamente.

Aprovechamos la rueda de prensa por el premio que le acaban de conceder en PHotoEspaña para tener una conversación con él. Nada más sentarse, identifica la revista y nos trasmite su entusiasmo por Cienojetes. Tras esto, sólo podemos declararnos fanes.

¿Es este uno de los primeros premios que te han otorgado en tu vida?

Anteriormente me dieron el Premio al Mejor libro de PhotoEspaña por ‘Vanitas’, un libro que se publicó en 1998.

Comenzaste en la fotografía casi como una solución vital. Dejaste España para evitar hacer el servicio militar. Y aunque estás cursando tus estudios de Derecho y Dirección de empresas, lo dejas todo porque recibes la “llamada del señor”. ¿Cómo surge esa vocación?

Je, je. Eso, me llama el señor. A mí desde siempre me ha gustado mucho la fotografía. Pero nunca lo había visto como una opción para ganarme la vida. Yo estaba pasándolo tan sumamente mal estudiando que llegó un momento en que me dije que qué estaba haciendo cuando en realidad lo que me gustaría era ser fotógrafo.

Tu formación era autodidacta, ¿no?

Sí. En aquella época no había escuelas. Cuando ya por fin pude volver a España me propuse aprender esto de la fotografía. Hasta entonces hacía lo que hacía todo el mundo, trabajar por la mañana, comer y luego trabajar por la tarde. Entonces yo hacía lo mismo, un horario de oficina pero sacando fotos. Y cuando llegaba el invierno, desayunaba fuerte y salía a hacer fotos sin comer hasta que se hacía de noche. Y a base de hacer fotografía de calle, aprendí a hacer fotos.cristobal-hara-07

© Cristóbal Hara

Entonces es cuando te vas a vivir a Londres y empiezas a vivir de la fotografía de manera profesional.

Sí. Cuando decidí ser fotógrafo no podía hacerlo en Alemania porque no tenía medios. Fue cuando regresé a España e hice, con tres años de retraso, el servicio militar, ya que logré que no me juzgaran por prófugo. Para entonces ya me había casado y a mi mujer de entonces, que era noruega, le daban ayudas por vivir en el extranjero. Por aquella época yo no tenía ninguna relación con ningún fotógrafo. Fue al terminar el servicio militar cuando nos fuimos a Inglaterra y empecé a trabajar para diferentes agencias.

¿Cuánto tiempo duró aquella etapa?

Unos ocho o nueve años. Allí me hice fotógrafo.

Además de hacer tu trabajo para otros, ¿tenías ya inquietudes por hacer un trabajo de autor?

Yo en aquella época tenía un despiste absoluto y total. Tardé muchísimos años en aclararme, tanto fotográfica como personalmente. Me impresiona mucho ver a los fotógrafos jóvenes que en cinco años tienen un libro, o tienen un proyecto de libro, saben lo que hacen, o que creen que saben lo que quieren. Yo tarde muchos años en aclararme.

¿Y cuándo pasa eso?

Durante los años que estuve en Inglaterra estuve yendo y viniendo a España a fotografiar cosas que yo quería. Antes de la muerte de Franco estuve un tiempo en el País Vasco, con los vascos, lo cual era muy difícil.

¿Los vascos?

Mi mujer estudiaba antropología en el London School of Economics y el doctorado lo hizo sobre nacionalismo vasco.

Yo soy de allí.

Pues imagínate cómo era aquello en el año 73. Cada dos o tres días nos paraba la Guardia Civil y nos ponía la metralleta en la cara. Mi mujer, que ya ha muerto, hizo la tesis en la Universidad de Cambridge titulada ‘Making of the Basque Nation’. Por eso en esa época veníamos, volvíamos… Y luego ya, al ir cambiando las cosas, regresé. Vine a pasar un tiempo a España en el año 80 porque quería trabajar sobre este país.

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© Cristóbal Hara

Tu infancia la habías pasado en parte fuera de España, pero tuviste un primer contacto con este país que no entendías, que suponía un gran contraste con los lugares de donde venías. En los 80, en tu segundo retorno, ¿sigues viendo un país muy diferente?

A mí me enviaron a España a los ocho años, sabiendo muy poco castellano porque en mi casa se hablaba inglés. Y me mandaron interno a un colegio de jesuitas que era absolutamente medieval, con niños de diez o doce años con cilicios, con curas que reventaban el tímpano pegando y curas que molestaban a los niños. Allí había de todo.

Y cuando vuelves en los 80 a España siendo una persona adulta, ¿qué encuentras? Para nuestra generación es la España que sale de la dictadura, un país con esperanza.

Puede que sea una imagen idealizada. Aún era muy dictadura, no tan alegre como se ha contado. Aunque hay que reconocer que la transición fue impresionante.

Y tú que vienes a esa España a hacer fotos, ¿qué país querías contar?

Yo lo único que sabía es que yo era español. Había una nostalgia de mi país. Tenía una visión de España un poco guiri. A mí me parecía que el epílogo de Hemingway era perfecto y que describía perfectamente la España que a mí me gustaba, pero descubrí que no era exactamente eso.

Y profesionalmente, ¿cómo era ser fotógrafo en esa época en este país?

Imposible, imposible, imposible.

¿Por qué?

La profesión no se respetaba. Los fotógrafos eran unos parias, unos currantes que sacaban fotos. Pero la profesión no tenía ninguna dignidad. Lo primero que me chocó es que la generación anterior a la mía separaba lo comercial de lo personal. Lo comercial era el “vete al partido a sacar fotos”, al fútbol, a los toros o a las bodas. Y el trabajo personal sólo se podía usar en agrupaciones o cosas similares. Creo que esa es la base del problema que hay en España con la fotografía. La gente pensaba que el trabajo personal era algo que se hacía porque se quería y que cuando se publicaba era hacerte un favor.

En Europa, ya desde los años 30, no había distinción entre el trabajo personal y el profesional. Cartier Bresson hizo toda su carrera con su trabajo personal, como los fotógrafos americanos, como Eugene Smith. Incluso los de la Farm Security Administration en los años 30, todos los fotógrafos hacían su trabajo personal. ¡No hay distinción!. Como Diana Arbus o Lewis Hine… ¡Todo es trabajo personal!

Y ante esa situación, ¿cómo reaccionas?

Ingenuo de mí, pienso que simplemente es que no saben y que hay que explicarles. Y como un gilipollas me pregunto si no hay un departamento de fotografía o algo. Cuando abrieron el Museo Reina Sofía en el 92 me propongo que tienen que hacer un departamento de fotografía. ¿Quién se ocupa de eso? El Director general de Bellas Artes. Entonces me digo, le voy a llamar y cuando lo hago, me atiende su secretaria. Y me pregunta: “¿De qué se trata?”, le contesto que de fotografía. “Perdone, se ha equivocado, esto es Bellas Artes, aquí no tenemos nada que ver con fotografía”.cristobal-hara-04

© Cristobal Hara

Mas tarde ese director general se excusó, pero ya muestra cómo funciona todo. Y cuando por fin hicieron el departamento, se reunió el patronato para crearlo. Pero nadie quería ser el encargado y acabó cayéndole el cargo a uno que estaba fuera por motivos familiares. Y así hemos estado en este país durante muchos años.

Pero ya antes, cuando llegué a España y empecé a trabajar en Cover, mis trabajos se los vendieron a El País. En aquella época se suponía que le tenían que devolver los originales al fotógrafo. Estuve durante un año intentado que me los devolvieran. Y entonces, me empezaron a presionar desde la agencia para que no reclamara y me olvidara, porque el periódico era su principal cliente. Por eso me fui de Cover.

Y cuando sales de Cover, ¿qué haces, cómo vives?

Entonces me doy cuenta de que tengo que trabajar independientemente. Vendí una casa que había heredado de mi madre y me puse a trabajar.

¿Pero consigues ganarte la vida?

No, durante muchísimos años, no. Los últimos años he ganado dinero con la fotografía pero no lo suficiente como para vivir.

¿Y de qué vivías?

Tenía lo de la venta de la casa, y nos fuimos vivir a un pueblo muy pequeñito cerca de Cuenca. Además tenía la ayuda de mi mujer.

No es un relato muy habitual.

Aquí los únicos que ganaban algo de dinero eran fotógrafos que hacían un trabajo mucho más comercial, o ya los directores de fotografía, los que utilizaban y distribuían el material.

¿Desde qué momento sientes que tienes un estilo?

Trabajando como fotógrafo llegó un momento en el que sentí que mi fotografía era de segunda mano, que hacía lo que hacía todo el mundo. Iba a trabajar a un sitio, me lo pasaba muy bien, pero al final sentía que aquello no era suficiente y buscaba una forma de hacer algo diferente, pero no encontraba la manera. Y lo intentaba por todos los medios. Cuando fui al País Vasco intenté hacer reportaje en medio formato, y fue un desastre. Muy mal.

Iba a dejar la fotografía porque no avanzaba y probé el color como último recurso. Y de repente, se me abrió la puerta. Me sentí absolutamente cómodo y toda la frustración que tenía de tantos años, del entorno profesional y por la técnica y el lenguaje, de repente desapareció. Y me puse a trabajar a tope hasta el límite físico y emocional.

¿En qué época?

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© Cristobal Hara

Dices que trabajabas hasta el límite. ¿Por qué?

Límite físico, porque trabajaba hasta el absoluto límite al que se puede trabajar. Lo que el cuerpo aguantaba hasta que te caías. Y emocional, por lo mismo. Me volqué absolutamente en mi trabajo. Estuve como ocho o diez años trabajando así.

Tenía la suerte de que mi mujer lo entendía perfectamente. Vivíamos en una aldea, ella tenía su huerto y sus animales, porque se estaba retirando de su trabajo. Yo podía trabajar y nada más que trabajar al límite. Cada movimiento, cada decisión estaba en función del trabajo. Si aparcabas el coche mirando para acá o para allá, o qué llevabas en la bolsa. Eso fue en la soledad más absoluta, pero fueron los mejores años.

¿Y llega un momento en el que decides enseñar tu trabajo?

No, no. Yo ya estaba retirado. Cuando decidí que quería trabajar sobre España, sabía perfectamente que tenía que renunciar a cualquier tipo de carrera nacional o internacional como fotógrafo. La cuestión era, si quieres hacer eso, lo haces a muerte. Y renuncié a todo. Pero poquito a poco, muy poquito a poco, cambiaron las cosas. Tuve la suerte de que Ignacio González, el gran editor español, que editaba la revista Photovisión, me pidió fotos. Entramos en contacto y nos caímos bien. Le enseñé mi trabajo sobre los toros y me lo quiso publicar. Después, él me publicó ‘Vanitas’.

‘Vanitas’ fue el punto de inflexión.

Ignacio lo presentó al premio de PhotoEspaña y aquel año en el jurado había fotógrafos y diseñadores extranjeros a los que gustó mi trabajo.

¿Qué cambia en tu vida ese premio?

Nada, no cambia nada.cristobal-hara-06

© Cristóbal Hara

Entonces sigues siendo un trabajador sólo para ti.

Bueno, me empiezan a pedir exposiciones, algunas cosas. El cambio grande es cuando la fotografía entra en el mundo del arte. Antes tuve una época de diez o doce años en la que no vendía nada, hasta que se empezaron a mover las cosas.

Y ahora te has vuelto un referente para una serie de fotógrafos que ronda los cuarenta.

Eso ha sido una gran sorpresa de los últimos años. Y poco a poco he ido conociendo a esos fotógrafos.

Para esa nuevas generaciones que están conociendo tu trabajo. ¿Cómo describirías tu estilo? ¿Cuáles son las fotos que hacen que hace Cristóbal Hara?

Pues parece una cosa clara, pero el estilo es un cosa que vas encontrando, la misma fotografía te va marcando el camino.

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© Cristóbal Hara

¿Y qué camino es ese? ¿Por qué tus fotografías son diferentes a las de otros?

Cuando yo llegué a España, los fotógrafos se clasificaban según qué fotografiaban, pero no por el cómo. Los lenguajes eran estándar, tipo Magnum-Life. Había muchos fotógrafos de la época que trabajaban con el mismo lenguaje. Hacían fotos buenas, pero tenías que mirar al pie de foto para saber quién la había hecho, porque todos eran iguales.

Y luego uno trabajaba el folclore, otro el desnudo… pero eran trabajos siempre iguales. Llegó el boom de Cristina García Rodero y luego la reacción en contra, en la que eso ya no valía y había que ir al extranjero. Pero a mí lo que me interesaba era cómo se hacían las imágenes.

¿Cómo se hacen las imágenes?

Las imágenes se hacen de muchas maneras. Yo había tenido tanta frustración con la etapa de blanco y negro… Me aburría a mí mismo, porque veía que otros lo hacían mucho mejor. Y yo no era capaz de avanzar.

Cuando me pasé al color, lo primero que hice fue trabajar con los toros. Yo había entrado en contacto con la última generación de maletillas auténticos que ha habido. Me puse a trabajar con ellos y como el tema era tan fuerte, podía experimentar, podía hacer lo que quisiera. Y allí aprendí a usar mi propio lenguaje, podía hacerlo a conciencia.

¿Qué era el lenguaje? Pues había una serie de reglas: lo importante lo pones en el centro, o la regla de los tercios, o la importancia de las miradas… Toda la fotografía americana y la mundial está basada en el sentimentalismo de las miradas. O si haces refugiados hay que hacer la madre con el niño…

¿Empezaste a saltarte las normas?

Empecé a coger cada norma y buscar alternativas. Yo sabía cuál era la fotografía “buena” que había que hacer ahí, pero buscaba hacer otra distinta.

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© Cristóbal Hara

Has comentado que te llegaban a insultar cuando enseñabas esas fotografías.

Sí si. Me decían que no sabía componer. Incluso una vez, trabajando en Levante, uno me estuvo siguiendo y acabó diciéndome: “No me extraña que hagas fotos tan malas, si trabajas al tun tun”. Y nada, le dije que muchas gracias.

Y que te den un premio ahora. ¿Cómo te lo tomas?

Pues se agradece. Que esté en el jurado Masats, al que admiro mucho… Pero cuando me lo dijeron me dio yuyu. Esto ya se acaba, ja, ja.

¿Y sigues haciendo fotos?

Hasta hace tres meses trabajaba a tope, dentro de lo que el cuerpo daba, que ya no es como hace veinte años. Entonces trabajaba todos los días, tenía mis viajes. Me iba, por ejemplo, a Cádiz y luego a Galicia y luego a León… Y me tenía que parar en el camino porque me dormía. Pero era de una intensidad total. Y así fue hasta que lo pude mantener físicamente. Pero los ritmos de la gente van cambiando dependiendo de dónde estés. Y cuando estás metido en ese ritmo, puedes predecir los movimientos de la gente. Hasta el punto de que puedes pensar: “me hace falta que haga así con el brazo” y justo lo hace y lo tienes. Pero cuando pierdes esa intensidad, ya no es lo mismo.

Tu camino ha sido de largo recorrido. ¿Qué consejo le darías a las nuevas generaciones?

A lo mejor son ellos los que me tienen que dar el consejo a mí.

Yo tardé 21 años en hacer un libro, y ahora la gente, si a los cinco años no ha publicado, parece que no ha hecho nada. Y basta que un amigo se autoedite un libro para que tú también quieran hacerlo. Pero si yo tardé tanto tiempo en encontrar mi camino, ¿cómo voy a dar ningún consejo?

© Roberto Villalón

Stanley Kubrick: la mirada fotográfica de un director de cine

Inaugurada en Madrid la exposición ‘Stanley Kubrick. The Exhibition’ en la que podemos conocer a fondo la figura del genial director y además descubrir la faceta fotográfica de uno de los mejores directores de cine de la historia. Era consciente de que la imagen era fundamental para acercarse al espectador.

Por fin ha llegado a Madrid una de las exposiciones más esperadas de la temporada: ‘Stanley Kubrick. The Exhibition’. ‘2001. Una odisea en el espacio’, ‘El resplandor’, ‘La naranja mecánica’, ‘Barry Lyndon’… en todas sus películas la fotografía es impresionante. Y aunque esta exposición que ya ha recorrido medio mundo cuentan y enseñan todo lo relacionado con uno de los vecinos ilustres del Bronx, la fotografía es claramente uno de sus pilares.

Stanley Kubrick

“2001: Una odisea del espacio”, dirigida por Stanley Kubrick (1965–68; GB/US). Stanley Kubrick en el set durante la filmación. © Warner Bros. Entertainment Inc

Hay más de 600 objetos que harán las delicias de todos los que amamos el cine con mayúsculas. Esta exposición muestra el riguroso trabajo de documentación que seguía Stanley Kubrick antes de empezar a rodar una película. Y nos enseña que la mirada de un fotógrafo es esencial para llegar a ser un gran director de cine.

La vida de Stanley Kubrick

Toda su vida, todas sus experiencias, están volcadas en sus películas. Desde las que hizo con el respaldo de los estudios hasta sus últimos filmes más personales. Ahí están el orden mental que le dio el ajedrez y la forma de mirar de su afición a la fotografía, que fue su primer trabajo.

En la exposición podemos ver sus primeros trabajos en la prestigiosa revista Look, en la que empieza a colaborar con 17 años. Estará en plantilla hasta 1951. Así que durante más de cuatro años curte su mirada hasta límites insospechados. Tenemos a un gran cineasta, pero perdimos a un gran fotógrafo.

Su vida profesional derivó al mundo del documental dedicado al mundo del boxeo. Y el ascenso fue imparable. Es la época de su cine negro que culmina con ‘Atraco perfecto’ (1956). Pronto le llega la gran oportunidad con ‘Senderos de gloria’ (1957) una película de marcado carácter antibelicista que le llevará a ‘Espartaco’ (1960).

Stanley Kubrick

Fotografia de Viktor Kolev

‘Kubrick creó algo más que películas. Nos dio experiencias ambientales completas que se volvían más intensas cuanto más las veías’. Steven Spielberg

Y pronto llegará su independencia de los grandes estudios y la posibilidad de rodar manteniendo todo el control. Una libertad de la que pudo disfrutar hasta que murió en 1999, 6 días después de presentar a su productora ‘Eyes wide shut’ (1999).

La fotografía en las películas de Stanley Kubrick

Y en todas sus películas, aunque contaba con grandes directores de fotografía, él siempre controlaba hasta el último rayo de luz. Emociona ver, en uno de los múltiples vídeos que nos acompañan durante la exposición, cómo decide la exposición perfecta en una de las escenas de ‘La chaqueta metálica’.

Nosotros los fotógrafos debemos estar pendientes en todas las salas. Desde el vídeo que nos abre los ojos hasta el final, donde incluso podemos imaginarnos en medio de la orgía de su última película.

Pero al principio, nada más entrar, encontramos muchos de los objetivos que utilizó en sus películas. Y como un tesoro escondido, vemos el Zeiss que adaptó para rodar las escenas a la luz de las velas y la luna con la ayuda de John Alcott. Y su cámara Speed Graphic, y su cámara de mano favorita…

Miremos donde miremos veremos fotografía. En la primera sala encontramos una selección de sus fotografías de ‘Look’; o si vamos al espacio de ‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’ (1964) veremos el trabajo de Weegee. Era uno de los mejores fotógrafos de prensa, al que Kubrick admiraba tanto que terminó contratando para la foto fija de la película.

Si pasamos por ‘Barry Lyndon’ (1975) nos sumergiremos en la luz de las velas y en uno de los trabajos más grandiosos de la dirección de fotografía de la historia del cine… Para rodarla se preguntó cómo sería la luz del siglo XVIII… Y no se parecía a nada de lo que habíamos visto hasta entonces…

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Fotografía de Viktor Kolev

Si subimos a la siguiente sala, entraremos en los mundos de sus últimas películas. Y en ‘El resplandor’ (1980) veremos los trajes de las niñas gemelas inspiradas en una de las fotografías de su amiga Diane Arbus; o la foto final del hotel Overlook, uno de los fotomontajes más intrigantes de la historia.

La pasión desmedida de la comisaria de la exposición, Isabel Sánchez, más el trabajo de los arquitectos y todo el personal que han ayudado a montarla, nos trasladan al universo de un director que sabía mejor que nadie que saber mirar es una de las mejores formas de contar historias.

  • STANLEY KUBRICK. The Exhibition. Hasta el 8 de mayo de 2022.
  • Círculo de Bellas Artes C. de Alcalá, 42 28014 Madrid
  • Horarios: De martes a domingo de 10:00 a 21:00h. Lunes cerrado excepto festivos.
  • Precios: Entrada general (+13 años): 14?. Entrada Niño (4 a 12 años): 6?. Entrada Niño (0 a 3 años): gratuita

Las 25 mejores imágenes de Auroras Boreales y Australes del año 2021 para deleitarnos con este curioso fenómeno natural

«Winter is coming» y precisamente por ello el blog Capture the Atlas, dedicado a la fotografía y los viajes, nos muestra su colección anual “Northern Lights photographer of the year”, una selección de las 25 mejores imágenes de auroras boreales capturadas por todo el mundo y con las que buscan «inspirar y compartir la belleza de este fenómeno natural«.

El año pasado ya os enseñamos esta misma selección en la que aparecían tres fotógrafos españoles. Sin embargo, este año no tenemos representación porque, según nos cuenta Dan Zafra, fotógrafo español afincado en los EE.UU y editor de Capture the Atlas, «se han notado mucho las restricciones de viaje asi que la mayoría son fotógrafos locales, aunque con una calidad enorme«.Aleksey R Murmansk«For the Northern Lights» – Aleksey R.

En concreto, la lista de este año incluye imágenes tomadas en países como Estados Unidos, Rusia, Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia, Australia, Canadá, Nueva Zelanda por 25 fotógrafos de trece nacionalidades distintas. Para seleccionarlas, tuvieron en cuenta «la calidad de la imagen, la historia detrás de la toma y, en general, la capacidad de inspirar de las fotografías«.

Dan cuenta también como la temporada de auroras boreales abarca de septiembre a abril en el hemisferio norte y de marzo a septiembre en el hemisferio sur, «siendo el mejor momento para verlas y fotografiarlas durante los equinoccios de otoño y primavera debido a la orientación del eje de la tierra«.

«Además de ser necesarias unas fechas muy concretas —continúa— el otro requisito para ver auroras boreales son cielos oscuros lejos de la contaminación lumínica. Sin embargo, los grandes despliegues de auroras son visibles al ojo humano incluso desde zonas contaminadas lumínicamente como ciudades«.Jeroen Van Nieuwenhove«Volcanic Aurora Borealis» – Jeroen Van Nieuwenhove

La idea es ayudar a descubrir «la magia de este espectáculo de la naturaleza» pero siempre buscando «no solo imágenes tomadas por algunos de los fotógrafos más reconocidos del mundo, sino también buscando nuevos talentos y lugares donde las auroras boreales no hayan sido fotografiadas antes, como la imagen de aurora boreal sobre el reciente volcán activo Fagradalsfjall«.

Nosotros os dejamos con algunas de las fotos seleccionadas para vuestro deleite y os emplazamos a una visita a su web para ver más espectaculares fotos (y la descripción de cómo se hicieron las que estáis viendo) de este curioso fenómeno que, lógicamente, no se puede disfrutar en nuestro país.Larryn Rae Lake Tekapo New«Tranquil» – Larryn RaeJoshua Snow Yukon«Cuando las estrellas se alinean» – Joshua SnowFroydis Dalheim Senja«La catedral de la aurora» – Frøydis DalheimOlli Sorvari«Santa’s Cabin» – Olli SorvariDavid Oldenhof«Aurora Australis» – David OldenhofAgnieszka Mrowka«Nature & Landscape photographer» – Agnieszka MrowkaMarybeth Kiczenski Wisconsin«Aurora Sherbet in the Apostles» – Marybeth KiczenskiJohn Weatherby«Torbellino» – John WeatherbySergey Korolev Kola Peninsula«Monstruos Polares» – Sergey KorolevJacob Cohen Sutton«Aurora Boreal en Alaska» – Jacob CohenStefano Astorri Swedish«Norrsken over Vintergatan » – Stefano Astorri

Más información y fotos | Capture The Atlas

Cómo enfocar una fotografía con el modo de fusión Luz intensa en Adobe Photoshop

@ferfotopuntoes

Confieso que uno de mis vicios es buscar los métodos más rápidos y efectivos en Adobe Photoshop para conseguir los mejores resultados. Una de las cosas más complicadas es lograr encontrar una buena técnica de enfoque. Esta que vamos a ver hoy, enfoque por Luz intensa, ofrece tal calidad que puede convertirse en una de nuestras favoritas.

En Xataka Foto hemos presentado ya muchas técnicas de enfoque. Si tuviera que elegir me quedaría con el método de Natalia Taffarel y el de Guillermo Luijk por la limpieza y calidad del resultado final.

No olvidemos nunca que el enfoque solo hay que hacerlo cuando hemos cambiado el tamaño del archivo. No tiene sentido hacerlo si mantenemos el tamaño original. Al menos esa es mi experiencia después de imprimir muchas fotografías. Es verdad que mejora, pero el resultado final puede ser demasiado ‘digital’.

Enfoque por luz intensa

Fotografía original

Este método lo propone Piximperfect, uno de los mejores comunicadores que encontramos en las redes. Siempre me pregunto de dónde saca tanta información y sobre todo destaco lo bien que la explica.

Y ojo, solo aumentamos la acutancia, es decir, el contraste de los tonos medios. La única forma de aumentar la nitidez es enfocar correctamente y con objetivos de calidad. Que no se nos olvide.

Enfocar por Luz intensa

Ya no hace falta enfocar por defecto nuestras fotografías. Cuando los sensores tenían el filtro de paso bajo sí que era necesario, para compensar el efecto anti moiré de aquel filtro que provocaba una pérdida de nitidez.

Los últimos modelos se pueden olvidar de este filtro por el aumento de la resolución, por la mayor cantidad de píxeles. Antes era algo imprescindible, sin embargo, ya no hace falta salvo en el caso que he indicado, cuando aumentamos o reducimos el tamaño del archivo.

Y como siempre, tenemos que enfocar una copia del original, porque la cantidad de enfoque depende del tamaño final. No debemos enfocar primero y luego cambiar el tamaño:

  • Abrimos una fotografía con su tamaño final. Debe estar ya revelada y terminada.
  • Duplicamos la capa dos veces con Ctrl/Cmd+J.
  • Invertimos la capa superior duplicada en el menú Imagen>Ajustes>Invertir (Ctrl/Cmd I).
Enfoque por luz intensa

Invertir supone ver el negativo

  • Cambiamos el modo de fusión de la capa duplicada a Luz intensa, dentro del panel Capas. Este modo de fusión de contraste oculta todo lo que es gris, oscurece todo lo que es más oscuro que el gris y aclara todo lo que es más brillante que el gris.
Enfoque por luz intensa

Modo Luz intensa

  • A partir de ahora los valores que metamos dependen de la fotografía, así que lo mejor será convertir esta capa en un objeto inteligente, para poder variar los parámetros más tarde. Es tan fácil como ir al menú Capa>Objetos inteligentes>Convertir en objeto inteligente.
  • El paso que nos toca ahora es ir al menú Filtro>Desenfocar>Desenfoque gaussiano para marcar las zonas con más textura. Con un valor de 4 píxeles puede bastar.
Enfoque por luz intensa

El desenfoque gaussiano permite destacar los detalles

  • Ahora nos toca agrupar la capa a la que hemos hecho todos los cambios con la que duplicamos y dejamos olvidada en el segundo paso. Solo hay que marcarlas con Ctrl/Cmd+ clic y luego ir al icono Crear grupo nuevo.
  • A este grupo le cambiamos el modo de fusión a Superponer.
Enfoque por luz intensa

El resultado final

  • Y si el resultado es demasiado intenso, bajamos la Opacidad de la capa al gusto de cada uno. Yo he bajado al 50%.
Enfoque por luz intensa

El antes y el después

Como podéis notar el resultado es muy bueno. No se puede negar que llama la atención por la limpieza del resultado, sin halos ni nada parecido.

Y lo mejor de todo, como decimos siempre, es que se puede convertir en una acción para hacerlo todo más rápido. Ya nos comentaréis los resultados.

La curiosa historia sobre cómo el asesinato de Kennedy ayudó a descubrir a Jacques-Henri Lartigue

por Cartier Bresson no es un reloj 

Pocos saben que el asesinato del presidente John F. Kennedy contribuyó a que las fotografías de Jacques Henri-Lartigue (1894-1986) llegaran al gran público tanto o más que la exposición celebrada en el MOMA de Nueva York en 1963. La muestra organizada por John Szarkowski proporcionó a Lartigue un merecido reconocimiento en el circuito artístico, pero la muerte del presidente estadounidense introdujo sus fotografías en millones de hogares norteamericanos. El azar, eso sí, tuvo mucho que ver en ello.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Pero… ¿cómo sucedió?

Lo cierto es que el descubrimiento de Lartigue y de su obra fue fruto de varias casualidades. El fotógrafo francés llevaba ya seis décadas haciendo fotos cuando un viaje a Estados Unidos cambió su vida, a punto ya de cumplir los 70 años.

Él y su tercera mujer, Florette, hicieron un viaje a Los Ángeles para visitar a unos amigos. El viaje lo hicieron en barco, y como pasatiempo, Florette decidió llevar consigo un montón de fotos de su marido y aprovechar para ordenarlas.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

La pareja tenía pensado volver a Francia en el mismo barco, pero un retraso en la salida les hizo coger un autobús a Nueva York y allí se encontraron con Charles Rado, un agente de fotógrafos. Florette enseño el portfolio de su marido a Rado y este quedó tan impresionado que contactó inmediatamente con el MOMA… Y con el editor gráfico de la revista Life.

El número de Life se publicó el 29 de noviembre de 1963, una semana después del asesinato de Kennedy, con una fotografía del presidente en la portada. Pocos imaginaban que en su interior había un pequeño tesoro que cambiaría la vida de un hombre, y la historia de la fotografía, para siempre: 12 páginas recogían fotografías del París de principios de siglo tomadas por “un chico francés llamado Jacques-Henri Lartigue”, como lo presentaban en el texto que abría el reportaje.

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Los norteamericanos, conmocionados por la muerte de su presidente, corrieron a los quioscos para hacerse con un ejemplar de la famosa revista. Querían ver y saber más sobre lo que había pasado una semana atrás en la ciudad de Dallas. Pero junto a la información sobre el asesinato, se llevaron a casa las maravillosas fotografías de Lartigue.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Es curioso que aquel número de Life cuyo tema principal era una tragedia, el asesinato del presidente, sirviera para mostrar las imágenes tomadas por el que a la postre sería conocido como «el fotógrafo de la felicidad».

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Jacques-Henri Lartigue fue un fotógrafo muy precoz. Hijo de una familia acomodada (su padre era el octavo hombre más rico de Francia), tuvo su primera cámara a los siete años. Aquella herramienta mágica venía a saciar una necesidad que sentía desde muy pequeño: el propio Lartigue relataba cómo, con sólo cinco años, abría y cerraba los ojos al estilo del obturador de una cámara para retener en su mente aquellos momentos felices y divertidos que quería recordar. La cámara fotográfica se convirtió así en su gran aliada.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Lartigue fue también un pionero del color, lo descubrió en 1911, con 17 años, de la mano de un amigo de la familia. El autocromo estereoscópico le daba por fin la posibilidad de añadir color a los momentos felices y fugaces que llevaba años capturando. El joven Lartigue, emocionado, escribió lo siguiente en su diario:

Antes, cuando veía un día maravilloso, sentía una especie de fiebre: una mezcla de ansiedad y desesperación. Pero esta mañana tengo placas de autocromo. ¡He instalado mi trípode y mi cámara frente a unos árboles rodeados de la azul neblina y me siento feliz! Siento la calma….

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

La alegría, sin embargo, le duraría muy poco. La frágil y recién descubierta técnica del color no tardó en decepcionarlo profundamente.  Más adelante, en este mismo post, será el propio Lartigue el que explique por qué.

Pero nada, ni siquiera las decepciones, acababan con el entusiasmo y la alegría de vivir de la que siempre bebió Lartigue y su obra. Muchos le acusaron de ser un rico sin conciencia social que solo mostraba lo bueno de la vida dejando de lado lo tragedia y las injusticias del mundo. Él no lo discutía, se definía abiertamente como un «egoísta», un mero observador del mundo que solo se fijaba en aquello que le gustaba y quería recordar: «No soy protagonista de la historia del mundo, no participo en ella, soy un egoísta porque solo me paro ante lo que me interesa o me divierte».

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Lartigue, que siguió fotografiando, pintando y escribiendo hasta su muerte a los 92 años, no ha pasado a la historia solo por el valor documental de sus fotografías, sino por sus modernas composiciones, su fascinación por el movimiento y cómo capturarlo, por la serenidad de sus retratos, por su maestría en captar la instantaneidad y, sobre todo, por su mirada fresca, su curiosidad y su pasión.

Cuentan que, cuando preguntaban a Lartigue qué consejo daría a los jóvenes fotógrafos, este solía decir: «Que se enamoren».

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Así hablaba sobre su vida y obra Jacques-Henri Lartigue en 1983:

SOBRE EL ACTO FOTOGRÁFICO

Fotografiar es un acto de amor, sin duda; es pasión.  Todo es pasión: la escritura, la pintura, la fotografía… todos ellos son actos pasionales. La fotografía es una invitación a soñar, a ver la realidad en toda su belleza, una invitación a la alegría, al regocijo, al amor…

Todo me resulta fascinante, veo pasión en todo; en la naturaleza, en el talento de los demás… Y en la música, sobre todo, en la música.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SOBRE POR QUÉ HACE FOTOS

No hago fotos porque sea consciente de mi mortalidad. Las hago para recopilar momentos maravillosos, emocionantes, para captar gente interesante. Pero no me gusta mirar mis fotos, no suelo hacerlo.  Hay cocineros que recolectan cerezas para guardarlas y hacer mermelada. Yo soy un cocinero que hace mermelada pero que prefiere comer fruta fresca.

Antes de tener una cámara, recuerdo que pestañeaba y simulaba haber sacado una foto, guardaba la imagen en mi cabeza. Pero no era suficiente con guardarlas en mi memoria. Siguiendo con la analogía del cocinero, soy un cocinero que odia que las cerezas se pudran, que se malgasten y se pierdan.

Adoro a Proust y su poesía, es por eso por lo que hago fotos, para vivir a través de mis fotografías, o al menos intentarlo.

No sé si hay que ser humilde, pero yo sé que lo soy porque odio a la gente que no lo es.

Sala au rocher de la vierge, Biarritz, 1927

Foto: Jacques-Henri Lartigue

SOBRE SUS SUJETOS

Yo no voy a la caza del sujeto, son ellos los que me encuentran a mí. Yo soy solo un espectador. No corro tras ellos para hacerles la foto, al contrario, son ellos los que acaban viniendo. 

Hay sujetos que los ves y están pidiendo a gritos que los fotografíes. Sucede muy a menudo y muy rápido. Yo solía jugar al tenis y eso me ayudó a tener un ojo veloz, por eso he podido reaccionar siempre con rapidez.

No sé si todo es fotografiable. Yo fotografío aquello que me gusta, que me llena de entusiasmo, que me encanta y me maravilla. Al resto no le hago ni caso, lo dejo pasar. 

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SOBRE LAS MUJERES DE SUS FOTOGRAFÍAS

En el parque Bois de Boulogne, en París,  las mujeres paseaban todos los días, desde la mañana,  con sus vestidos nuevos. Y todos los días, a mediodía,  después de estudiar, yo corría para verlas.  Me fascinaba la moda, y aquellos sombreros…  Me gustaba ver aquellas mujeres hermosas.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

No sé por qué esta foto se ha hecho tan famosa, habría que preguntárselo a los coleccionistas. Hay otras que son parecidas e igual de buenas. La composición de la foto hace que resulte. El coche está en el sitio adecuado, y no detrás de la mujer.

SOBRE EL PARIS DE PRINCIPIOS DE SIGLO

En aquella época, cuando te encontrabas con alguien la costumbre era levantarse el sombrero y saludar. Y en el parque, la gente se saludaba todo el tiempo, a izquierda y derecha. Esto sucedía todos los días de la semana. La gente salía a pasear para ver a sus conocidos y enseñar sus trajes, sus vestidos y sus sombreros.

Con aquellos sombreros, necesitaban coches altos, no cabían en los normales. Me fascinaban aquellos coches.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SOBRE LA RELACIÓN CON SUS SUJETOS

Jamás les pedía permiso para hacerles fotos. Me sentaba en una silla y las veía venir. Pensaba “esta es bonita”, y entonces me levantaba y ‘click’, apretaba el botón. Mi cámara de entonces hacía mucho ruido y recuerdo que cuando las mujeres iban solas y me oían solían sonreírme. En cambio, sus acompañantes masculinos se enfadaban. Pero no me importaba, yo era muy joven. Lo importante para mí era que ya tenía la foto que quería.

Una mujer me pidió una vez que le llevara la foto que le había hecho, pero yo era muy tímido y me asusté. Ella era una bailarina famosa, se llamaba Regina Abaded. Yo tenía solo 17 años, así que le dije a mi hermano que le llevara la foto.

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Captura de pantalla del programa Master Photographers de la BBC

SOBRE LA ELEGANCIA Y EL ESTILO

A veces me preguntan si se ha perdido la elegancia y el estilo de aquella época. Lo que sucede es que los tiempos han cambiado, hemos pasado por varias guerras. La gente tiene celos… Quieren que todos seamos iguales.

También han cambiado las prioridades, no vivimos igual que antes. No digo que aquella fuera una época mejor, para mí lo que pase está bien, incluso ahora que dicen que vivimos malos tiempos encuentro cosas que son fascinantes. Puedo viajar a Nueva York en seis horas, eso es estupendo.

Yo he nacido en esta época y tengo que aprovecharla al máximo. Todas las épocas pueden ser felices y todos los países pueden ser bellos.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Mira, esta es la época en que las mujeres se vestían como los hombres. Había hombres a los que no les parecía bien, decían que las mujeres no debían parecer hombres. Hasta entonces, las mujeres nunca se habían puesto pantalones. En París, arrestaron a Marlene Dietrich en la Plaza de la Concordia por llevar pantalones.

Aparecieron las primeras falda-pantalón. La primera mujer que se atrevió a ponerse una en Monte Carlo causó un auténtico escándalo.

La gente se vestía para conducir, los coches no tenían capota ni parabrisas. Yo siempre tuve coches deportivos, me intrigaban.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SOBRE SI LAS FOTOGRAFÍAS REPRESENTAN LA REALIDAD O LA INTERPRETAN

Creo que las fotos representan la realidad de los detalles, pero a su vez interpretan la realidad porque la realidad es demasiado hermosa, demasiado escurridiza, para ser capturada.

Mi ojo no está ni en mi cabeza  ni en mi alma, está en mis tripas y en mi corazón.

SOBRE EL ‘MOMENTO DECISIVO’

Existe, pero es solo una fracción de segundo. Para reconocerlo hay que… es como un partido de tenis. Tienes que anticiparte al momento, tener un presentimiento de que algo va a suceder en ese preciso instante. Adelantarte. Lo haces antes de tener tiempo para pensar.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SU CÁMARA

Yo usaba una Block Note Gaumont, que en aquella época era una cámara muy moderna.  Empecé a usarla en 1904. Luego tuve una Kodak que usaba para paisajes y para viajar. Era muy bonita.

Cuando yo era pequeño, mi madre hizo un álbum, pero las reveló sin fijador así que el papel se degradó. Son mis primeras fotos, las hice con seis años. Ella llamó a este álbum “Los intentos fotográficos de Jacques”. Puso las fechas en las que se hicieron: 1899, 1900… En ese mismo álbum están mis primeros dibujos.

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SOBRE SUS ÁLBUMES DE FOTOS

Desde pequeño comencé a hacer fotos porque quería conservar los momentos efímeros de la vida diaria. Por eso empecé a guardarlas esas fotos en álbumes. Captaba los momentos efímeros de la vida y los guardaba.

Empecé haciendo álbumes muy pequeños, pero pronto me di cuenta de que no ese tamaño no me interesaba y probé con un tamaño bastante más grande. En aquella época,  yo era un chaval de apenas 10 años. Y desde entonces, he seguido utilizando ese mismo tamaño y formato.

En mis álbumes está todo lo que me interesa, todo lo que amo.

Necesito atrapar el tiempo, no como recuerdo, es más que eso.  Tengo la obsesión de capturar el tiempo mientras pasa.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SUS PRIMERAS FOTOS

Estas son las dos primeras fotos que hice en mi vida. En la primera está mi familia, y en la segunda aparecen mi padre y mi madre. Esto es algo precioso, para mí tiene un valor incalculable.

primera foto
segunda foto

Capturas del programa ‘Master Photographers’ de la BBC

SOBRE SU PASIÓN POR EL MOVIMIENTO

La siguiente foto es de 1911. La gente intentaba volar. Como todos, yo también soñaba con volar. El aire, el viento, el ruido del propulsor… Todo eso te causaba un sentimiento extraordinario.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Sigo teniendo esa pasión por el movimiento, por los coches, los aviones… Y ahora también por esas cosas que van a la luna. Hacen que el resto parezcan vulgares,  hay demasiados coches, demasiados aviones, ya no me divierten.

Me gustan los pequeños accidentes de la vida. Suceden deprisa, pero las fotografías están ahí para capturarlos. Soy como ese niño que se ríe cuando alguien resbala con una piel de plátano y se cae. Soy un niño incorregible.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SOBRE SU AMOR POR LAS ARTES EN GENERAL

Soy fotógrafo, pintor y escritor. No creo que las tres cosas puedan expresar lo mismo, creo que se complementan. La pintura viene de dentro de uno mismo, la fotografía, en cambio, viene del exterior y sucede muy deprisa.  La fotografía es un juego más ligero, la pintura es algo profundo. El deleite de la pintura dura más, pero también el sufrimiento.

Si no pudiese pintar, fotografiar o escribir, me dedicaría a la música.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SOBRE SUS DIARIOS

Siempre he escrito diarios, desde el principio. Escribía todos los días, tomaba nota de todo, del tiempo que hacía, a qué hora me levantaba, me vestía… Cuándo iba al parque, cuándo hacía fotos… Hacía pequeños bocetos de las fotos que quería hacer. Cuando no salían como quería, los tachaba. Puedes reconocer mis fotografías en mis dibujos.

Tal y como hago con las fotos, tampoco reviso ni releo lo que escribo.

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SOBRE SU RELACIÓN CON PICASSO

Éramos amigos, pero no grandes amigos. No se podía ser gran amigo de Picasso. Soy gran amigo de la gente que me quiere. Era muy fácil fotografiarle, le encantaba. Era un buen actor. En esta foto estaba deprimido. No se dio cuenta de que le hice la foto, la gente no suele darse cuenta de que estoy ahí, soy muy rápido.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Picasso no reconocía a otros artistas, no veía el talento en otros. Sólo pensaba en sí mismo y no en lo que yo hacía.

La foto más rara que le hice es una en la que se ven sus pantorrillas con agujas de acupuntura. Otra que me gusta es esa en la que aparece dándole una cucharada de algo a Cocteau. Es una foto sencilla pero resulta divertida. Me gustan las fotos divertidas.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

Si estás acostumbrado a hacer fotos, sabes de antemano cómo va a salir una persona en la foto. Tus ojos aprenden a hacerlo. Es fruto de la costumbre.

SOBRE LA FOTOGRAFÍA EN COLOR

Me gustaba y disgustaba al mismo tiempo.  El color no perdura, cambia con el tiempo. Saqué algunas fotos que me llevaron bastante tiempo, algunas muy bonitas en la niebla, pero sólo 15 días después habían perdido ya su encanto, su sutileza, y eso era descorazonador.

SOBRE LA LUZ

Mi forma de fotografiar no ha cambiado con los años. Sigo haciendo fotos en cualquier lugar, no preparo nada con antelación, ni siquiera la luz. Salvo cuando fotografío en interiores. No me gusta la luz artificial, trabajo con luz natural. Es más hermosa. Con la artificial corres el peligro de  iluminarlo todo demasiado.

Nunca hago muchas fotos de una misma escena. Conservo mi viejo hábito de hacer solo 3 o 4 fotos como mucho.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

SOBRE SU ENTUSIASMO POR LA VIDA

Adoro la primavera, es siempre una fiesta. La primavera está omnipresente en mis fotos, también en mis pinturas. Me gustan todas las estaciones pero la primavera me da ganas de florecer.

A veces me han dicho que en mis fotografías no hay momentos trágicos. Pero no los evito, lo que pasa es que no quiero conservarlos, ni siquiera en mi memoria, porque duelen.  Durante la guerra y la liberación de París sí que tomé alguna foto un poco trágica, pero fueron muy pocas.

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Foto: Jacques-Henri Lartigue

De pequeño, tenía un hada en mi cuna. Ella me hacía regalos y yo los cuidaba bien, como un jardinero que planta una flor y la cuida para que crezca.

El entusiasmo también crece a través del sufrimiento.  Todo lo que necesitas es pasión.

*Apenas hay entrevistas a Jacques-Henri Lartigue. Estas palabras están sacadas de la entrevista que concedió al programa de la BBC ‘Master Photographers’ en 1983, tres años antes de su muerte.

El desnudo más hermoso

por Cartier Bresson no es un reloj

Antes de empezar propiamente con el tema de este post, permitidme que haga una pequeña introducción. En estos ya cuatro años que han pasado desde que puse en marcha ‘Cartier-Bresson no es un reloj’ he escrito muchos post y he dedicado muchas horas a investigar las vidas, obras y motivaciones de un montón de fotógrafas y fotógrafos, algunos muy conocidos y otros menos o prácticamente desconocidos.

Ese buscar constante no es un trabajo ni una obligación, no es así como lo siento, sino una respuesta natural a mi insaciable curiosidad. Y fruto de ello he ido creciendo como espectadora de fotografía y aprendiendo y descubriendo cosas que jamás hubiera imaginado. Por eso, y porque en cuatro años me he acostumbrado ya a compartir con vosotros todo el material que voy encontrando (autores, trabajos, historias curiosas, noticias y, cómo no, fotolibros) he decidido escribir también post como este que tenéis aquí y que es una especie de reflexión personal sobre un aspecto concreto de la fotografía.

Este, en concreto, es una ‘ampliación-revisión-readaptación’ de uno que escribí para el blog del festival de fotografía analógica Revela-T allá por 2018.  Vamos allá.

Autorretrato de Marianne Breslauer.

Siempre me ha gustado esa frase que dice que una cosa es quitarse la ropa, y otra es desnudarse. De buenas a primeras, puede parecer una puntualización absurda, incluso rebuscada, pero lo cierto es que, si nos paramos a pensar un momento, encierra una distinción de conceptos que resulta interesante, básica y aplicable en la vida en general, y en el arte y la fotografía en particular.

El caso es que pocos fotógrafos escapan a la tentación de probar con el desnudo, con miradas, estéticas, intenciones y discursos diferentes, y con resultados que pueden resultarnos más o menos convincentes y más o menos atractivos.  La lista sería interminable, pero no puedo dejar de citar nombres de grandes clásicos como Edward Weston, Francesca Woodman, Lucien Clergue, Ruth Bernhard, Ralph Gibson, Peter HujarRobert Mapplethorpe, Diane ArbusSaul Leiter o Imogen Cunningham.

Foto: Saul Leiter.

Pero más allá del desnudo físico, del acto de captar la belleza de la piel, las formas y los contornos del cuerpo humano, se atenga o no a los arbitrarios y cambiante cánones de belleza del momento, hay otro desnudo que resulta mucho más interesante, atractivo, cautivador y poderoso, y también mucho más difícil de realizar y mostrar, un desnudo que destaca por encima de los demás, uno cuya belleza, sinceridad, fuerza, honestidad y, sobre todo, cuya valentía y originalidad eclipse a todos los demás… Uno que no se percibe al primer golpe de vista, que exige tiempo, paciencia y una mirada entrenada y, por supuesto, sensible. Muchos habréis adivinado ya a qué tipo de desnudo me estoy refiriendo, pero puede que haya algún despistado por ahí que ande un poco perdido. Pues bien, me refiero al desnudo del propio fotógrafo, no al físico, ni nada parecido, sino al emocional, autoral o, si queréis, metafísico. A la mirada sincera, personal y única que queda plasmada en un trabajo u obra fotográfica.

Foto: Francesca Woodman.

Este es uno de los motivos que explican lo mucho que suele costarnos enseñar públicamente nuestras fotos. No me refiero al reparo que te da el mero hecho de mostrarlas y tener que “responder” por ellas frente a los demás, tener que defenderlas y defenderse con ellas, sino a ese sentimiento de vulnerabilidad que nos acecha cuando las fotografías son más que mías: son “yo”.   

Me refiero a esos trabajos que son el fruto y el reflejo de nuestra mirada personal, de ese instinto que nos sale de lo más profundo y nos hace reaccionar ante determinadas escenas o temas, encuadrar de una determinada manera e interpretar y leer la luz en la forma en la que lo hacemos: de una forma única, irrepetible. Entender esto es muy fácil y a menudo se explica con un ejemplo tan conocido como efectivo: 10 fotógrafos fotografían una misma escena o situación darán como resultado 10 fotografías y 10 miradas diferentes. Algunas puede que se asemejen mucho entre sí; otras, sin embargo, serán radicalmente diferentes. Pero no habrá dos fotos iguales.

Foto perteneciente a ‘Sleeping by the Mississippi’, de Alec Soth, una mirada personal y única al imaginario estadounidense

Y es que cada fotografía, cada ‘click’ de nuestra cámara, recoge y refleja nuestra forma de ver el mundo; es, o debería ser, la consecuencia de una voz. Por tanto, cuando enseñamos nuestras fotografías, estamos dando al resto la oportunidad, y yo diría que el privilegio, de ver el mundo, la realidad y la vida tal y como nosotros la vemos, a través de nuestros propios ojos. La fotografía, siempre lo digo, es el único arte que nos permite ver el mundo a través de los ojos de otra persona. Y esa es para mí la definición más acertada.

Nuestras fotografías, nos guste o no, desvelan nuestro yo interior como ninguna otra cosa en el mundo, dan al resto, como acabo de decir, la oportunidad de mirar y ver a través de nuestros ojos. ¿Acaso existe algo más personal e íntimo que eso?

Fotografía de Gregory Halpern
Foto de Gregory Halpern, otro autor capaz de desnudar su mirada para mostrarnos la otra cara de una sociedad

Esta idea no es nueva, ni he descubierto nada que otros no supieran, los grandes de la fotografía también han sido muy conscientes de que sus imágenes mostraban mucho más que el sujeto o la escena retratada, y que además, en muchos casos, era imprescindible que fuera así: “La fotografía es una forma de gritar lo que uno siente”, decía Henri Cartier-BressonMinor White aseguraba que “todas las fotografías son autorretratos” y otro maestro, Richard Avedon, confesaba sin tapujos “mis retratos dicen más de mí que de la gente a la que fotografío”. Y es que un fotógrafo no sólo muestra el mundo, su mundo, también se muestra, en mayor o menor medida, a sí mismo.

Visto así es normal que nos cueste enseñar nuestras fotos, someterlas al juicio de aquellos que saben y del público en general, y desnudar nuestro ojo ante la mirada escrutadora del resto. Nuestro trabajo no habla solo de lo que fotografiamos, del tema que hemos elegido, habla también, y más profundamente, de nosotros mismos y de nuestra forma de ver el mundo, de estar en él, de entenderlo, de interpretarlo. Casi nada. ¿No es eso mucho más que un desnudo entendido como un mero quitarse la ropa?

Quizá por esto, y llegados a este punto, sea más propio hablar de “desnudamiento” y no de desnudo a secas, de sinceramiento profundo con uno mismo, con lo que vemos y con cómo lo vemos, o del miedo a enfrentar la imagen que tenemos del mundo y de nuestro lugar en él, con la que realmente proyectamos o perciben los demás.

Foto: Diane Arbus.

La fotografía, como el resto de las expresiones artísticas, tiene mucho de psicológico. Pocos se atreven a defender la existencia del ojo inocente, porque la mirada del fotógrafo nunca lo es, y esto acaba con cualquier pretensión de “objetividad”, pero tampoco lo es la mirada del espectador. Somos, más que cualquier otra cosa, el fruto de nuestras experiencias y nuestro entorno.

Llegar a ser lo suficientemente libres, maduros y valientes como para ser capaces de plasmar nuestra mirada en una foto y mostrarla al resto, mostrarnos al resto, es también un acto de enorme generosidad, pero también lo es, y mucho, dejar al público total libertad para «soñar» esa foto, para meterse en ella, para leerla y reinterpretarla. En definitiva, para hacerla “suya”.

Sucede así que, por muy disparatado que pueda parecernos aquello que los demás ven en nuestras fotos, su lectura, su reacción y las proyecciones que hacen en ella enriquecen la propia obra, pero también, y esto es importante, el propio acto creativo del fotógrafo. La complementan, la acompañan, la desafían y, ya que hablamos de desnudo, la “visten”. Y es que es curioso cómo llega un momento en el que la foto, “nuestra foto”, ya no nos pertenece, al menos no del todo. No somos los únicos que le damos sentido, los únicos a los que esa imagen interpela, ni los únicos en interpelarla. Dejamos, en muchos sentidos, de “habitarla” en exclusiva.  La autoría se diluye y queda reducida a ser la ‘chispa’ que estimula al espectador, al anzuelo que lo atrapa; la llave que abre la puerta a la siguiente fase de la experiencia fotográfica, la de la contemplación de la imagen. Y al siguiente desnudamiento: el del espectador ante la imagen.

La fotografía es, en este caso, un espejo en el que mirarse, pero también a través del cual mirar hacia el otro lado, hacia el interior del otro, el medio que permite penetrar y experimentar la mirada de los demás. La fotografía convierte el espejo en reflejo y, a su vez, en proyector. Es parte de su magia.

Foto: Francesca Woodman.

Ese “desnudamiento” bidireccional fotógrafo-espectador se revela así como una de las claves del acto fotográfico; y por eso, llega un momento en el que no tiene mucho sentido hablar de si una foto es buena o mala, o qué hace que sea buena o mala, sino de si es sincera, sensible y significativa.

Y la clave para ello no está en la supuesta idoneidad de la escena o el sujeto, ni en la composición o en el encuadre, ni mucho menos en la cámara o el objetivo elegidos. Tampoco lo está en el espectador. Todos son elementos importantes, pero quedan en un segundo plano ante el verdadero generador de belleza en el sentido más amplio de la palabra: el propio fotógrafo y su capacidad de liberarse, como quien se despoja de sus ropas, de máscaras, convencionalismos, estéticas superficiales, servidumbres y prejuicios ligados a su propia labor, del siempre engañoso espejismo del éxito y de los caprichosos convencionalismos marcados por las modas, la estética y el “gusto” estético.

Foto: Diane Arbus.

En definitiva, de lo que hablo es de nuestra capacidad de desnudarnos y sincerarnos ante nosotros mismos para que nuestra fotografía sea realmente la expresión de una mirada y una voz que hable al mundo, aunque sea en susurros, que sea capaz de hablar de cosas de las que ya hablaron otros, sí, pero que lo haga como nadie antes lo hizo.

Ejemplos de esto hay miles. Desde Robert Frank y su retrato inconfundible de Estados Unidos en el archifamoso ‘Los Americanos’ (no en vano, muchos dicen que el libro debería haberse llamado ‘Los Americanos según Robert Frank’), el ‘In the American West’ de Richard Avedon, la ‘Balada de la dependencia sexual’ de Nan Goldin, o los más recientes retratos de la sociedad estadounidense realizados por fotógrafos como Gregory Halpern o Bryan Schutmaat.

No hay nada mejor que “des-cubrir” el mundo, a los demás o a uno mismo a través de la fotografía, y ese es, sin duda, el desnudo más hermoso.

Cómo igualar el color de dos objetos en Adobe Photoshop

Siempre andamos buscando técnicas sencillas para conseguir mejorar nuestras fotografías. La mejor técnica es lograr el mejor disparo posible. Pero si todo falla siempre podemos recurrir a Adobe Photoshop. La técnica que vamos a ver hoy sorprende por su sencillez. Solo necesitamos las Curvas para igualar el color de dos objetos.

El color siempre es una asignatura pendiente para todos los fotógrafos. Cuando dominas el color en tus fotografías te conviertes en uno de los buenos. Pero es difícil acertar. Siempre aparece algo en el encuadre que no tiene el color que debe o no entra dentro de la armonía que estamos trabajando.

Cambiar color Adobe Photoshop

La carta de color original

Por estos motivos es interesante ver cómo funciona esta técnica que me ha pasado uno de mis mejores alumnos. Solo necesitamos una fotografía, un color que queramos sustituir, una herramienta de selección y las curvas. Vamos a verlo.UN VISTAZO A…

Igualar el color de dos objetos mediante las Curvas de Adobe Photoshop

Lo primero es tener una fotografía en la que necesitemos cambiar el color de algún objeto para igualarlo al de otro. En este caso quiero cambiar el rosa y convertirlo en amarillo. Vamos a ver cómo hacerlo:

  • Duplicamos la capa principal con Ctrl+J.
  • Seleccionamos, con la herramienta Marco rectangular, una zona del color que queremos igualar. No hace falta que sea muy grande. Solo que sea una zona uniforme.
  • Copiamos esa selección con Ctrl+J y llevamos esta nueva capa, con la ayuda de la herramienta Mover, al color que queremos cambiar.
  • Activamos la capa duplicada de la fotografía original.
  • Es el momento de ir a la ventana Canales (Ventana>Canales) y hacemos clic en el canal Rojo. La imagen, no os preocupéis, la veremos en blanco y negro.
  • En el menú Imagen>Ajustes>Curvas (Ctrl+M) abrimos Curvas y ajustamos la curva para que la luminosidad del fragmento y la del color elegido se igualen.
  • Hacemos lo mismo con el canal Verde. Es decir marcamos en la ventana Canales el Verde y ajustamos de nuevo la curva.
  • Y por supuesto hacemos lo mismo con el canal Azul.
Cambiar color Adobe Photoshop

Cómo me han quedado las curvas para convertir el amarillo en rosa

  • Desactivamos la visibilidad de la capa del color recortado.
  • Creamos una máscara de capa en negro en la capa en la que hemos cambiado el color en Capa>Máscara de capa>Ocultar todo.
Cambiar color Adobe Photoshop

Así queda la fotografía

  • Ya solo nos queda pintar en blanco con la herramienta Pincel sobre el color que queremos sustituir y listo. Por el arte de las curvas el nuevo color aparece.

Seguro que en las primeras pruebas os cueste conseguir el color elegido. Pero es cuestión de practicar con el movimiento de cada una de las curvas hasta conseguir que la luminosidad se iguale… Una de las curvas siempre tiene que subir, al menos… Al final os prometo que sale. Ya nos contaréis.

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EXPOSICIÓN “THE BEATLES AND INDIA” DESDE EL 16 DE SEPTIEMBRE

Fecha de inicio: 16/09/2021 – 12:00

Fecha de fin: 07/11/2021 – 21:00

Lugar Celebración: Casa de la India. C/Puente Colgante, 13. 47007 Valladolid.

La exposición “The Beatles And India” detalla la relación de los Beatles con la cultura y filosofía de la India y, en particular, el histórico viaje que hicieron The Beatles a la India en 1968 y la influencia que causó la India en su música, un viaje no solo físico sino también espiritual, que marcará un antes y un después en el cuarteto de Liverpool. La exposición se estructura a lo largo de tres partes: la primera, el eje principal, se centra en el viaje que la banda realizó a un ashram en Rishikesh para introducirse en la meditación trascendental a través del famoso gurú Maharishi Mahesh Yogi. En esta sección se muestran imágenes, documentación y una instalación inmersiva. La segunda parte se centra en la figura de George Harrison y su relación con el sitarista Ravi Shankar, figura clave para comprender el interés del Beatle con la cultura india, una fascinación que contagió al resto de los Fab Four (“los cuatro fabulosos”). Dentro de este apartado se ofrece también una introducción a la música india y se muestran algunos de sus principales instrumentos. Finalmente, en la última parte se dedica un pequeño apartado a un hito en el diálogo que se produjo en los setenta entre la música india y la occidental: el Concierto por Bangladesh, que tuvo lugar en la ciudad de Nueva York en 1971 y que fue promovido por Harrison y Shankar como primer concierto benéfico de la historia musical internacional.

La exposición “The Beatles And India” incluye material cedido por diferentes entidades, coleccionistas y prestamistas privados procedente de numerosos países, inclusive personalidades como Pattie Boyd, la primera esposa de George Harrison. Contiene fotografías originales y reproducciones; manuscritos y cartas originales; el disco de oro a George Harrison por The Concert for Bangladesh; audiovisuales; letras de canciones compuestas en la India; un sitar original de Ravi Shankar; e instrumentos de la India; entre otros materiales.

La muestra, que acoge la Casa de la India y ha sido producida por esta entidad, cuenta con el apoyo de la concejalía de Cultura y Turismo y Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid y la Sociedad Mixta para la promoción del Turismo de Valladolid, en colaboración con la Embajada de la India, el ICCR (Consejo Indio de Relaciones Culturales), la Universidad de Valladolid, Ravi Shankar Foundation, Silva Screen Records, además de otras entidades, y se organiza en el marco de la SEMINCI (Semana Internacional de Cine de Valladolid).

http://www.casadelaindia.org/es/exposici%C3%B3n-the-beatles-and-india

La exposición está comisariada por Blanca de la Torre, con una larga trayectoria como comisaria de arte y especializada en proyectos interculturales e internacionales, con experiencia y conocimiento de la cultura de la India.  

Fechas: Del 16 de septiembre al 7 de noviembre. De martes a domingo, de 12 a 14 h y de 18 a 21 h.

CRÉDITOS DE LA EXPOSICIÓN

PRODUCE

Casa de la India

CON EL APOYO DE

Ayuntamiento de Valladolid

Fundación Municipal de Cultura

Sociedad Mixta para la Promoción del Turismo de Valladolid

SEMINCI (Semana Internacional de Cine de Valladolid)

COLABORA

Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa

Embajada de la India

Consejo Indio de Relaciones Culturales (ICCR)

Universidad de Valladolid

Ravi Shankar Foundation

Silva Screen Records

COMISARIA

Blanca de la Torre

COORDINACIÓN

Shamina Rasiwala

DISEÑO

Fernando Muñoz / Smart&Green Design; Inés Vila

MONTAJE

Grupo Hache

EDICIÓN DE AUDIOVISUALES

Alán Carrasco

Álvaro Mascarell

PRESTAMISTAS

Associate Press Photo / Gtresonline; Avico Ltd; Casa de la India; Clive Arrowsmith / Luminata; Getty Images; Hard Rock International; Javier Angulo; Pattie Boyd; Piet Schreuders; Ram Panjabi/Nicholas Nugent; Ravi Shankar Foundation, Delhi; Ravi Shankar Foundation, East Meets West Music; Rikhi Ram; Shamina Rasiwala; Silva Screen Records; Archivo General del Consejo de Mallorca.

ASESORAMIENTO MÚSICA INDIA

Enrique Cámara de Landa

AGRADECIMIENTOS

Ajoy Bose, Cat Celebrezze, Cristina Carrillo de Albornoz, Jeeva Maria Joy, Oliver Craske, Pattie Boyd, Pete Compton, Reynold D’Silva, Shukti Karmakar, Sukanya Shankar, Ignacio Marín, Eduardo Pedruelo (Archivo Municipal de Valladolid), Ángeles Moreno (Archivo de la Universidad de Valladolid), Alejandro Antoraz, Asociación de Escultores de Valladolid, María Martínez, Francisco Cotallo y Daniel Sancha.

Exposición Colectiva 2021 AFV. «BIC NO ES UN BOLIGRAFO»

Un Bien de Interés Cultural (también conocido por sus siglas BIC) es una figura jurídica de protección del patrimonio histórico español, tanto mueble como inmueble.

La Ley de Patrimonio Histórico España, define que: «en el seno del Patrimonio Histórico Español, y al objeto de otorgar una mayor protección y tutela, adquiere un valor singular la categoría de Bienes de Interés Cultural, que se extiende a los muebles e inmuebles de aquel Patrimonio que, de forma más palmaria, requieran tal protección. Semejante categoría implica medidas asimismo singulares que la Ley establece según la naturaleza de los bienes sobre los cuales recae».

​La Asociación Fotográfica Vallisoletana recoge algunos de los BIC más interesante de la provincia. Cada mirada es única y personal. No os la perdais !

Tendrá lugar del 18/10/21 hasta el 30/10/21 y será en la sala del Centro Cívico Canal de Castilla

Consigue bases perfectas para editar con los algoritmos escondidos en las capas de curvas de Photoshop

Algunos flujos de trabajo requieren que trabajemos las imágenes sin que pasen por un revelador previamente. Esto ocurre en ocasiones cuando hay que corregir una imagen de un cliente o editar algunas imágenes durante sesiones en las que no se captura en RAW (existen, aunque suene asombroso). Corregir esas imágenes requiere que tengamos una base neutra, y gracias a un vídeo del canal PTC de YouTubepodremos conseguirlo en un par de clicks.

En el vídeo, Jesus Ramirez nos enseña los algoritmos escondidos que se encuentran en la herramienta de autocorrección de las curvas de ajuste. Estos algoritmos tienen distintas funciones que se acercan a un ajuste de contraste de maneras distintas. Lo más importante, estos algoritmos nos permiten conseguir imágenes neutras y con buen contraste con tan solo un par de clicks.

En el vídeo, el editor nos muestra cómo acceder a estas herramientas y cómo las utiliza en un flujo de trabajo propio. Sin embargo, el vídeo está en inglés, así que hemos aplicado el proceso a un flujo para demostrar su funcionamiento. Vamos a utilizar la imagen de abajo como ejemplo.

Color 010

Lo primero que debemos hacer es crear una capa de ajustes de ‘Curvas’ y al lado del desplegable de presets vamos a hacer click sobre el botón de ‘Auto’ mientras presionamos la tecla ALT en el teclado.

Color 001

Esto va a abrir un nuevo panel en la interfaz. Dentro de la interfaz vamos a ver cuatro métodos de autocorrección de color, una casilla de obtener colores neutros y un segundo menú para configurar el color destino del punto negro, blanco y neutro. Por defecto, la interfaz está ajustada a mejorar contraste y brillo en la corrección de color. Esto lo que hace es tratar de ajustar la imagen para que use la mayor cantidad del histograma a nivel general.

Color 002

El contraste monocromático es un ajuste que buscará ajustar y balancear los niveles de luminancia general de la imagen.

Color 003

El contraste por canal buscará hacer un promedio entre el contraste general y cada canal de la imagen. Lo cual puede conseguir tonos más neutros por sí solo.

Color 004

Encontrar colores oscuros y claros es la función recomendada por Jesús. Lo que hace es ajustar el contraste según el color. Esto ayuda a obtener tonos más neutros y contrastes equilibrados para el inicio de la edición.

Color 005

Además, al hacer click en la caja de obtener colores neutros, el algoritmo usualmente encuentra puntos medios o brillos que le permiten neutralizar la imagen para arrancar con una base perfecta.

Color 006

Abajo podéis ver cómo queda la imagen tras aplicar este par de ajustes.

Color 011

Lo mejor, este método también puede funcionar como una forma de balancear tonos en una fotocomposición (como lo muestra el vídeo de Jesús Ramirez) e incluso puede ayudarnos a conseguir una base de tono interesante cuando queremos extraer un estilo de color para aplicarlo a otra imagen.

Color 007

Para ello, tan solo debemos quitar la selección de obtener tonos neutros y cambiar los colores destino de punto blanco, negro y tonos medios. De esa manera podemos extraer tonos para tan solo ajustar el contraste de modo manual con la curva de contraste.

Color 008

Extrayendo tonos de una pintura.

Cómo atrapar los colores del otoño con cuatro técnicas de Adobe

El otoño ya está aquí. Y no hace falta que nos lo digan los centros comerciales. Solo hace falta fijarse en los árboles y que por fin tenemos que ponernos una manta para ver nuestra película favorita. Es la estación más fotogénica de todas y con la ayuda de Adobe Photoshop vamos a conseguir los mejores colores posibles.

El otoño es un mes perfecto salvo porque los días cada vez son más cortos. Desde un punto de vista fotográfico es mucho más agradecido que el verano, por poner solo un ejemplo. Pero muchas veces tenemos problemas a la hora de representar los colores con la tonalidad y saturación que buscamos.

Hay que tener en cuenta muchas cosas para lograrlo. Da igual que dispares con un móvil o una sin espejo. Y aunque a muchos les parezca absurdo, es importante disparar siempre en formato RAW. Se puede decir que es el mejor consejo que podemos dar para empezar y terminar. Todo cambia a partir de este momento.UN VISTAZO A…

Disparar en RAW en el otoño

La información que tiene un archivo RAW permite registrar toda la información tonal de un bosque otoñal. Si quieres pasar el rato puedes intentar contar todos los colores que puedes ver en un bosque asturiano en estas fechas. La última vez que lo hice en un día nublado llegué a los 25 tonos.

Toda esta información es difícil registrarla en un jpeg con un espacio de color reducido, como puede ser el sRGB. El truco está en que los colores salen más saturados en la pantalla, pero se pierden matices, sobre todo a la hora de revelar o de imprimir.

Colores otoñales en Adobe

Fotografía original

El problema que muchos alumnos me comentan es que los archivos aparecen mucho más apagados y menos saturados. Y no es un problema, es una virtud. Así tenemos toda la información posible para lograr la mejor representación posible.

¿No podemos hacer buenas fotografías entonces si nuestro móvil solo dispara en jpeg? Desde luego que sí, pero la calidad técnica dejará mucho que desear. Y eso a pesar de utilizar mil filtros. El resultado técnico no será tan bueno.

Cuatro técnicas de revelado para mejorar los tonos otoñales

Es un clásico recomendar una u otra técnica durante estas fechas. Aquí vamos a ver las más recomendables partiendo del archivo RAW del que hemos hablado. Consultaremos las propuestas de f64 Academy y Fotógrafo digital para enriquecer el artículo.

Modificar la Temperatura de color

Lo más sencillo siempre es lo que propusimos en un artículo de hace dos años. Y es tan sencillo como cambiar la Temperatura de color en Adobe Camera RAW:

Colores otoñales en Adobe
  • Revelamos la fotografía siguiendo los diez pasos del revelado o cualquier otro flujo de trabajo que te convenza.
  • Si seguimos el decálogo, la clave es cambiar la Temperatura de color en el paso número 5.
  • En este punto tenemos que apostar por una temperatura más cálida, la que ofrece Sombra o Nublado.

Ajustar el panel de Calibración

En f64 proponen aprovechar las ventajas del desconocido panel Calibración que encontramos en Adobe Camera RAW y Lightroom.

Es una técnica más fina que la anterior porque permite jugar con los canales de color por separado y no obliga a modificar todo el equilibrio de blancos en la fotografía.

Colores otoñales en Adobe
  • Abrimos el panel Calibración que encontramos en ambos programas.
  • Tenemos dos parámetros para cada Canal de color: Tono y Saturación.
  • El secreto es ir ajustando cada uno de los parámetros hasta lograr encontrar la mejor combinación.

La pestaña HSL/Color

Este es otro de los métodos propuestos por f64. Es muy parecido al anterior y aprovecha todas las virtudes del nuevo panel de estos dos programas.

Colores otoñales en Adobe
  • Después de revelar la fotografía abrimos la pestaña HSL/Color.
  • Aquí tenemos que marcar el color que queremos modificar y ajustar los tres valores del color: TonoSaturación y Luminosidad.
  • Para una fotografía otoñal solo hace falta tocar los cálidos (naranjas, amarillos y rojos) para conseguir un buen efecto.

La magia de la capa de ajuste Consulta de colores

Este es uno de mis métodos favoritos y que repito siempre en mis talleres cuando queremos hacer algo rápido y efectivo a la primera.

Lo ideal sería trabajar con las máscaras de luminosidad para tener el máximo control en la máscara de capa. Pero podemos aplicarlo directamente:

Colores otoñales en Adobe
  • Abrimos la fotografía en Adobe Photoshop desde Lightroom o Camera RAW.
  • Vamos a Capa>Nueva capa de ajuste>Consulta de colores.
  • En Archivo 3D LUT>FallColors.look. Es una forma sencilla de conseguir los tonos otoñales.
  • Para reforzar el efecto no hay más que crear una capa de ajuste de Curvas y aumentar el contraste.

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La magia de la herramienta Deformación de posición libre de Adobe Photoshop

EN XATAKA FOTOLa magia de la herramienta Deformación de posición libre de Adobe Photoshop

Así que ya solo nos queda salir en estos días a buscar el otoño por los bosques o la ciudad y tratar de conseguir esa foto perfecta que llevamos tanto tiempo intentando conseguir…