El Ayuntamiento de Valladolid y el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua promueven en la sala de exposiciones de la Casa Revilla la exposición ‘Mario Muchnik, el fotógrafo’, muestra organizada en colaboración con el Instituto Cervantes, integrada por las imágenes en blanco y negro que el editor y fotógrafo argentino Mario Muchnik tomó durante más de medio siglo a escritores e intelectuales de todo el mundo. Distintos paisajes urbanos de temática literaria complementan a los retratos de los autores que integran este montaje.
La presentación de esta muestra ha contado con la presencia de la concejala de Cultura y Turismo, Ana Redondo, el director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Gonzalo Santonja y el coodirector del programa Valladolid Letraherido, Pedro Ojeda Escudero.
Comisariada por el poeta argentino Marcos-Ricardo Barnatán, la muestra perteneciente al fondo expositivo del Instituto Cervantes ofrece la oportunidad de acercarse a muchos de los escritores a los que Mario Muchnik tuvo la oportunidad de conocer en calidad de editor, que incluye a integrantes del ‘boom’ literario latinoamericano como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o José Donoso, y a clásicos de las letras hispanas como Jorge Luis Borges, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Alejo Carpentier o Ernesto Sábato. Escritores de otras lenguas como Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, André Malraux, Italo Calvino, Kenizé Mourad u Olivier Sacks tampoco fueron ajenos al objetivo de Muchnik.
Las 62 fotografías que integran este proyecto expositivo, tomadas en riguroso blanco y negro, carecen de escenografía preparada y transmiten al público una sensación de naturalidad. La exposición de retratos literarios se complementa con una selección de paisajes urbanos, en los que muchas veces está presente la temática del libro y de la lectura. Las imágenes expuestas forman parte de una selección de la colección fotográfica que Muchnik donó en 2017 al Instituto Cervantes y que desde entonces se han podido contemplar en las sedes del Instituto Cervantes de París, Viena, Cracovia, Varsovia y Belgrado.
Considerado como uno de los más importantes editores literarios de España, el argentino Mario Muchnik (Buenos Aires, 1931) es también un magnífico fotógrafo. Desde su infancia estuvo en contacto directo con muchos escritores —muchos amigos de su padre, el también editor Jacobo Muchnik— con quienes mantuvo en ocasiones una relación de amistad que se prolongó de por vida. Jacobo Muchnik estuvo durante años al frente de Fabril Editores, una de las editoriales argentinas más importantes, que llegó a editar la primera gran novela de Ernesto Sábato ‘Sobre héroes y tumbas’.
Mario Muchnik abandonó Argentina para estudiar física en Estados Unidos y únicamente regresó después a su país por viajes de trabajo o motivos familiares. Mario Muchnik ejerció como físico en el Instituto Enrico Fermi de Italia, tarea que acabó abandonando para dedicarse a la edición literaria, siguiendo así la estela iniciada por su padre. Muy pronto se estableció en Europa y durante años residió en ciudades como Roma, París, Londres, Barcelona y Madrid.
La colaboración que el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua inició en 2020 con el Instituto Cervantes ha facilitado que la exposición ‘Mario Muchnik, el fotógrafo’ inicie una itinerancia por distintas localidades de Castilla y León.
La exposición ‘Mario Muchnik, el fotógrafo’ permanecerá abierta al público en la Sala de exposiciones «Casa Revilla» (calle Torrecilla número 5) hasta el próximo 27 de junio
En cuanto al comentario, solamente decir que esto es el resumen del trabajo realizado en los dos últimos años, espero que con esta pequeña muestra os hagáis idea del esfuerzo realizado ( viajes ,tiempo etc )
Un abrazo
Juan Jimeno
Juan Jimeno Morales
Fechas del evento
Todos los días, del 19 de abril de 2021 al 30 de abril de 2021
EL FOTÓGRAFO PRESENTA LA EXPOSICIÓN ‘ALMA TIERRA’ Y EL LIBRO HOMÓNIMO
El Palacio del Licenciado Butrón acoge la exposición fotográfica Alma Tierra. Un viaje a la España de interior. La cuestión demográfica: memoria y olvido, de José Manuel Navia. A través de 45 fotografías, el visitante puede viajar a 25 comarcas o territorios naturales de ocho comunidades autónomas de la España interior.
«La muestra pone de manifiesto una realidad que no se puede obviar, y mucho menos en el contexto territorial de Castilla y León: el hecho de que, en España, el ochenta por ciento de la población vive en el veinte por ciento del territorio y, por contra, el ochenta por ciento de sus tierras están pobladas tan sólo por un veinte por ciento de sus habitantes«, señaló el consejero de Cultura, Javier Ortega, en un comunicado remitido a Europa Press.
Por ello, Acción Cultural Española (AC/E) decidió poner en marcha, en colaboración con la Consejería de Cultura y Turismo, un proyecto fotográfico que quiere ser, como apunta Julio Llamazares en el texto que lo acompaña, «una elegía, un alegato contra la marginación de unos españoles por parte del resto y una llamada a la reflexión». Y que es también un homenaje, como dice su autor, José Manuel Navia, que ha dedicado buena parte de su carrera a recorrer los caminos de esa España interior. Un homenaje a una cultura, a su memoria y a las personas que ahí resisten contra viento y marea y que con su generosa colaboración han hecho posible llevar a cabo el libro y la exposición Alma Tierra.
La muestra está recorriendo esa España interior y su periplo continuará, tras su paso por Huesca, Cuenca y Gijón, en Valladolid, en el Palacio del Licenciado Butrón, sede del Archivo General de Castilla y León.
La exposición podrá verse hasta el 14 de mayo de 2021. Es una selección de las 158 fotografías que conforman el libro del mismo título, coeditado por Ediciones Anómalas y AC/E, en el que imágenes y textos ofrecen una panorámica más detallada de la cuestión. La muestra se trasladará a otros centros culturales dependientes de la Consejería, como el Museo Etnográfico de Castilla y León y el Museo Provincial de León. Tanto el lector como el visitante verán la realidad de la despoblación a través de 25 comarcas de la España interior como: Valle del Corneja en Ávila; Campo de Alba en Salamanca; La montaña de Palencia; las Tierras Altas de Soria; la Bureba de Burgos; El Campo de Aliste en Zamora; Laciana y Valle del Porma en León; Los Ancares de Lugo y León; La Alcarria de Cuenca; Campo de Montiel de Ciudad Real; La Mesa de Ocaña en Toledo; Tierra de Molina en Guadalajara; Sobrepuerto, el Sobrarbe, la Ribagorza y La Sierra del Montsec en Huesca; El Maestrazgo de Teruel y Castellón; Las Hurdes, Los Ibores y Tierra de Trujillo en Cáceres; Hoya de Huéscar en Granada; Concello de Lugo; Terra de Caldelas en Ourense; y el territorio vaqueiro de Asturias.
Del 16 marzo al 21 mayo de 2021
De lunes a jueves de 10:00 a 18:30 horas. Viernes de 10:00 a 14:30 horas.
Archivo General de Castilla y León (Palacio Butrón) –
Plaza Palacio del Licenciado Butrón. Santa Brígida s/n. Valladolid.
Nuestro compañero Antonio Vallano va a impartir un taller online sobre cámara oscura el próximo miércoles 14 de abril a las 20.00 horas. Si estás interesad@ en participar, aquí tienes el enlace:
La técnica que utiliza está al alcance de todos y permite obtener unos resultados visualmente muy llamativos así que te animamos a que participes. Aprovechamos también la ocasión para agradecer a Antonio Vallano su disposición a compartir con todos nosotros sus conocimientos, en este nuevo taller que va a desarrollar.
Confiamos en que la propuesta te resulte interesante.
Nace el Festival Internacional de Fotografía de Castilla y León, que tendrá lugar del 21 de abril al 29 de mayo en distintos espacios de Palencia. Una cita con la fotografía nacional e internacional que abordará la imagen como un espacio donde convergen distintas disciplinas, estilos y épocas y reunirá a grandes nombres de la fotografía contemporánea y del siglo XX.
Once exposiciones, siete conversaciones, tres conferencias, un ciclo de cine comisariado por Isabel Coixet y casi 50 artistas conforman la programación de esta nueva cita para los amantes de la fotografía, que aspira a convertirse en una referencia a nivel nacional e internacional.
Uno de los consejos que suelo dar a la gente que me pide que le recomiende fotolibros o libros de fotografía es que no se limiten a comprar aquellos que van con su estilo o que pertenezcan a los autores que más les gustan. No es que no deban comprarlos, al contrario, pero sí conviene aventurarse en el trabajo de esos otros fotógrafos y fotógrafas que están, en principio, alejados de aquello que más nos gusta. Y la razón es muy sencilla: por mi propia experiencia, sé que mirar, curiosear y disfrutar de todo tipo de fotografía nos mantiene la mente (y el ojo) ágil, fresco y vivo, y que puede ser una muy buena forma de evitar anquilosarnos en lo que fotografiarnos y en una visión un tanto reducida de la propia fotografía y sus posibilidades.
Un ejemplo de esto que estoy diciendo son los libros que he comprado en estos tres últimos meses. La elección no ha sido deliberada, es decir, no los he comprado pensando en que sean (tan) diferentes unos de otros, sino que ha coincidido que lo son. Me di cuenta de ello cuando los junté para grabar un pequeño vídeo para @leiremiska, mi cuenta de Instagram.
Eso fue hace poco más de una semana. Tras publicar el vídeo y ver la reacción de la gente, me pareció una buena idea hacer otro con los mismos libros, mostrándolos más en profundidad, y publicarlo en el canal de Youtube de Cartier-Bresson no es un reloj (después me he dado cuenta de que me he ‘comido’ el “Afronautas” de Cristina de Middel, pero no os preocupéis, ya os hablaré de él).
Debajo del vídeo que os dejo a continuación, está la lista de libros de los nueve libros que os muestro. Si pincháis en ellos, el enlace os llevará a la página donde podéis comprarlos, en caso de que os interesen. Espero que lo disfrutéis y os resulte interesante. ¡Gracias!
‘Babelia’ propone a los fotógrafos que escojan una imagen de la que guardan un recuerdo especial. El gran retratista estadounidense se acuerda de cuando, al comienzo de su carrera, coincidió por casualidad con el maestro francés, en un breve encuentro que inmortalizó con su cámara
Corría el año 1963 y era casi primavera en Nueva York. Desde las primeras horas de la mañana, miles de personas se arremolinaban en las aceras, para ver pasar el desfile de San Patricio, que, como cada 17 de marzo, desde el cruce con la Calle 44 hasta el de la Calle 79, avanza por la avenida más famosa de Manhattan: la Quinta Avenida. Joel Meyerowitz (Nueva York, 1938) se encontraba allí, sumergido en el caos de la vida cotidiana, con la Leica colgada al cuello y a la espera de ese instante de reconocimiento que alumbra la imagen fotográfica. No estaba solo: lo acompañaba el británico Tony Ray-Jones, con quien de forma habitual salía a fotografiar. “Ninguno de los dos sabíamos de fotografía. Aprendíamos juntos. Disparábamos fundamentalmente desde el corazón, de ahí que cada disparo requiriese otro tipo de atención”, recuerda el fotógrafo estadounidense en una videollamada desde su residencia en Italia. “Acudíamos a los desfiles. Se convirtieron en un tipo de laboratorio en el cual aprendíamos cómo actuar en la calle, a aproximarnos a la gente sin delatarnos.”
El plan para ese día consistía en acudir al punto de partida y al final del desfile. “Allí donde había una gran aglomeración. No nos interesaba tanto la parada como la gente que acudía al lugar”, señala Meyerowitz, hoy una leyenda viva de la fotografía de calle, pionero en el uso de la fotografía en color como una expresión artística a través de la cual ha canalizado su propia visión de la comedía humana, del paisaje y de la naturaleza muerta. Por aquel entonces, era solo un joven desconocido que hacía un año había abandonado su trabajo como director artístico en una pequeña empresa, extasiado tras haber observado a Robert Frank ejecutar un trabajo de encargo.
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Formado como diseñador gráfico, Ray-Jones pretendía también abrazar de lleno la fotografía. Alumno del Design Lab dirigido por Alexey Brodovitch (celebrado en el estudio de Avedon), había sido fichado como subdirector creativo de la revista Sky. A contracorriente, ambos hacían uso del color. “Íbamos a mi apartamento y proyectábamos las diapositivas en la pared a un tamaño de unos 50 cm, para observarlas completamente inmersos en ellas a una distancia de 60 cm. Así, fuimos desarrollando una cierta actitud ante el medio, evolucionando técnicamente como autodidactas. Criticábamos mutuamente nuestro trabajo con honestidad y sin prejuicios”. Virtuosos en el oficio, su pericia se consolidó en el latido de la calle. Compartieron su visión de la fotografía como un acto reflejo ante la llamada de la belleza escondida en lo cotidiano, capaces de señalar lo absurdo en imágenes tan espontáneas como sutiles. La obra de Ray-Jones ha sido poco difundida fuera del Reino Unido, pero su particular enfoque de la fotografía documental ha marcado a varias generaciones de fotógrafos, entre ellos a Martin Parr. “Tomó de Tony su jocosidad para llevarla al extremo”, puntualiza Meyerowitz. “Tony y yo éramos unos veinteañeros de pinta desaliñada y pelo largo. Merodeábamos entre la gente cuando de repente llamó nuestra atención la elegante presencia de un fotógrafo. Vestía gabardina y se cubría la cabeza con un fedora. Disparaba la cámara y se movía como un bailarín”, recuerda el artista. En un momento dado un hombre borracho da tumbos entre la muchedumbre, y el sorprendente personaje arroja su cámara sobre el beodo, para rápidamente retirarse con agilidad, mientras este último se vuelve a perder entre la multitud.
Meyerowitz reconstruye la escena de la siguiente forma: “¡Debe de ser Cartier-Bresson!’, me dijo Tony, mientras impedido por su timidez me empujaba a ir hablar con el francés. Así, me acerqué al desconocido, con mi barba y mi parca de nieve de la Segunda Guerra Mundial, con el cuello forrado de piel. ‘Disculpe, ¿es usted el señor Cartier-Bresson?`, le abordé en inglés, mientras Tony se escabullía. ‘¿Es usted un policía?’, respondió”. Me identifiqué como un fotógrafo que aprendía el oficio junto a un amigo. “Cuando termine el desfile nos vemos por aquí y os invito a un café”, contestó complaciente. ¡Cartier-Bresson, uno de los dioses de la fotografía iba a invitar a dos jóvenes desconocidos a un café! ¡Imagine la locura que nos entró! Continuamos fotografiando, agarrando la cámara de la forma que le habíamos visto hacerlo a él: con la correa enrollada al brazo, siempre sujeta. Nos mantuvimos en la zona con el propósito de facilitar el reencuentro. Y ocurrió. En un café alemán cercano, en la Calle 86 Este, cerca de la Avenida Lexington, nos invitó a tarta y a café. Nos habló acerca de un joven fotógrafo que había descubierto unos años atrás en París. Se trataba de Bruce Davidson, quien ya formaba parte de Magnum. Durante los cerca de 45 minutos que duró el encuentro se mantuvo bromista, relajado y generoso”.
Tres años más tarde, Meyerowitz volvió a ver al artista francés en París. Esta vez el encuentro estuvo mediado por Robert Delpire, editor de uno de los dos libros de fotografía más influyentes del siglo XX; Los americanos, de Robert Frank, ( publicado en 1958), que junto con El instante decisivo, de Cartier-Bresson, ( publicado por Tériade en 1952), marcaron un antes y un después en su historia del medio. Fueron los dos primeros libros de fotografía que pasaron a formar parte de la biblioteca del fotógrafo estadounidense y se constituyeron en “poderosas guías” para él. La reunión tuvo lugar en la oficina del editor. “Yo quería mostrarles una serie de fotografías de Garry Winogrand [a quien le unía una gran amistad]. Eran unas imágenes maravillosas, pero Cartier-Bresson no respondió a ellas. Delpire acabaría publicándolas en colaboración con el MoMA en el famoso monográfico The Animals. Sin embargo, esta presentación me permitió estrechar mis lazos con el fotógrafo francés y nuestras citas continuaron de forma espaciada entre Nueva York y París a lo largo de los años”, rememora Meyerowitz.
“El instante decisivo me enseñó a ser invisible y a no dudar nunca ante algo que ocurre delante de mí. Aprendí a adentrarme en el asunto en vez de quedarme atrás, observando desde la distancia. Cartier-Bresson siempre consiguió acercarse a cualquier cosa que tuviera lugar y pasar a formar parte de la totalidad de la experiencia”, destaca el autor. La lección se palpa en su libro Wild Flowers, recién reeditado por Damiani en una revisión actualizada del monográfico original, publicado en 1983, que repasa su trayectoria artística y se torna en un jardín visual cultivado a lo largo de seis décadas. “Una obra de descubrimiento, humor y pathos que, como todo en la naturaleza, posee una medida de brutalidad”, escribe su mujer, la escritora Maggie Barrett, en el prólogo.
En la obra de Meyerowitz el gesto cotidiano siempre se torna sublime.
Todos sabemos que, por culpa del coronavirus, no es el mejor momento para las artes escénicas, pero eso no significa que nos olvidemos de ellas ni que podamos disfrutar de su belleza, aunque sea de otra manera. Por ejemplo, a través de las elegantes fotografías de bailarinas de ballet creadas por Levente Szabó.
Levente es un fotógrafo húngaro, afincado en Moscú y especializado en fotografiar bailarinas. Comenzó en el año 2013 haciendo foto de viaje, retrato, producto y alimentos pero, nos cuenta, “siempre sentí que necesitaba hacer algo más artístico. En 2015 me invitaron a tomar unas fotos de bailarinas en San Petersburgo, y fue cuando me me di cuenta de que me encantaba el tema.”
“Me mudé a Moscú —continúa— que es un gran lugar para artistas y fotógrafos. Ahora estoy trabajando con bailarines famosos en Rusia y Ucrania, y también enseño fotografía y retoque (vía online) tanto a principiantes como profesionales.”
Tratando de “crear algo artístico y único”, el fotógrafo define sus imágenes como “un reflejo de mi mundo interior”. Sea como fuere, quizá te interese saber que sus sesiones suelen ser improvisadas “en la mayoría de los casos”, que utiliza una Sony A7R III, y que sus fotos pasan por un proceso de retoque que, para él, “es una gran aventura […] mi actividad favorita de tiempo libre.”
Para Levente, el secreto del éxito de un fotógrafo que se dedica a esto es conseguir un estilo propio que le defina, algo que a nuestro parecer, por lo que vemos en las fotos, está consiguiendo ¿No os parece?
Una vez más la AFV se complace en invitarles a un nuevo JUEVES FOTOGRÁFICO. En esta ocasión el audiovisual «COLECTIVA 2020». Con la participación de un buen número de socios.
La Fundación Canal presenta “Magnum: El cuerpo observado”, una exposición que reúne 136 imágenes en las que 14 de los más destacados fotógrafos de la agencia Magnum Photos centran sus objetivos en el cuerpo humano como forma de expresión, tanto de los fotógrafos como de los propios sujetos fotografiados. A través de estas fotografías, los autores reflexionan sobre una amplia variedad de temas como la intimidad, la identidad, la sexualidad o cómo la distintas estructuras sociales y culturales determinan la forma de representar y entender el cuerpo humano.
El cuerpo es un tema fundamental a lo largo de la historia del arte. La aparición de la fotografía a mediados del siglo XIX abrió nuevas posibilidades de enfrentarse a la representación de la figura humana, ampliando el repertorio de temas, composiciones y tipologías. En este sentido, esta muestra explora cómo los fotógrafos de Magnum Photos han abordado la visión del cuerpo desde 1930 hasta la actualidad. Las imágenes buscan trascender la mera labor documental, para exponer aspectos característicos de las vidas y personalidades de los sujetos retratados a través de una profunda interacción con su fisicidad.
La exposición incluye imágenes de :
Eve Arnold (Filadelfia, EE.UU, 1912 – Londres, Reino Unido, 2012). Olivia Arthur (Londres, Reino Unido, 1980). Werner Bischof (Zurich, Suiza, 1916 – Trujillo, Perú, 1954). Antoine D’Agata (Marsella, Francia, 1961). Bieke Depoorter (Cortrique, Bélgica, 1986). Cristina Gª Rodero (Puertollano, Ciudad Real, 1949). Bruce Gilden (Nueva York, EE.UU, 1946). Philippe Hallsman (Riga, Letonia, 1906 – Nueva York, EE.UU, 1979). Tim Hetherington (Birkenhead, Reino Unido, 1970 – Misurata, Libia, 2011). Herbert List (Hamburgo, Alemania, 1903 – Múnich, Alemania, 1975). Susan Meiselas (Baltimore, EE.UU, 1948). Miguel Rio Branco (Las Palmas de Gran de Canaria, 1946). Alessandra Sanguinetti (Nueva York, EE.UU, 1958). Alec Soth (Minneapolis, EE.UU, 1969).
Comisarias: Monserrat Pis Marcos (Sainsbury Centre) y Emily Graham (Magnum Photos) La exposición organizada en colaboración con el Sainsbury Center y Magnum Photos.
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Sumérgete en una experiencia virtual y no te pierdas ni un detalle la exposición Magnum. El cuerpo observado. Muévete por la sala, aproxímate a cada imagen o accede a los textos explicativos para disfrutar de la exposición desde donde quieras.
Nació en 1928 en Barcelona y murió en 2009 en Pontevedra. Fue pintor antes que fotógrafo, cómo no. De familia técnica, él terminó pintando cuadros al óleo con las dos manos. Así que se terminó buscando un empleo de ilustrador en Barcelona, donde trabajó con uno de los más grandes caricaturistas de la época. Pero la fotografía llamó a sus puertas al mismo tiempo que tarareaba el ritmo del jazz que conoció clandestinamente en la ciudad (una música prohibida por la dictadura).
Barcelona 1957
Se apuntó a la Agrupación Fotografíca de Cataluña. Era la época del salonismo, donde primaba la técnica y el tipo de cámara por encima del sentimiento (me suena esta forma de ver la fotografía). Así que la naturaleza fue juntando a aquellos aficionados (no había escuelas ni talleres para aprender) que querían salir del atolladero cultural y empezaron a pasarse revistas extranjeras y a redescubrir a los maestros de antes de la guerra, como Catalá Roca.
Con estos amigos terminó fundando el grupo Afal en los años 50. Muchos vieron la oportunidad de profesionalizarse. Pero él ya tenía una familia con tres hijos y no quiso arriesgarse. Siguió con su empresa y a cambio fue uno de los más firmes defensores del cambio en la mentalidad del que hoy somos deudores todos los fotógrafos.Barcelona 1957
Uno de los aspectos que marcó su carrera fue la fidelidad a los temas: en la exposición podemos ver sus cruces, sus semanas santas, la vida, el Carnaval y la muerte. Y siempre con un estilo perturbador, directo, contrastado y sin un ápice de paternalismo ni crueldad. Quizás con ironía. Las cosas son como son. El espectador es el que verá, según su forma de ser, si el fotógrafo es cruel o un fiel amigo.Barcelona 1958
Y lo mejor de todo es que nunca se repite. Su fotografía tiene dos periodos: de 1955 a 1969 y de 1982 a 2005. Siempre con la Tri X (película de blanco y negro que aguantaba todo) cargada. Durante esos diez largos años en blanco perdió las ganas de disparar. Pues bien, no se notan los diez años de inactividad. Él mismo era el estilo. No era una pose ni algo estudiado. Nació fotógrafo.
Son 110 fotografías en blanco y negro. Con película TriX, con negativos de Hasselblad y Leica. Algunas muy grandes, perfectas, como sus dos trabajos más conocidos, el niño con la vela partida o la famosa niña bizca de comunión. En ningún momento sigue un hilo cronológico. .
Seguro que después de ver sus fotografías, tomadas con un angular, en un poderoso y contrastado blanco y negro, directas con un toque de ironía, saldrás con ganas de pillar tu cámara y conseguir algo que se acerque al trabajo de Ricard Terré.
Hemos hablado en variadas ocasiones de Photopills, una herramienta de origen español que lleva años con nosotros y se ha consolidado entre los fotógrafos. Y es que, entre otras utilidades, permite planificar las tomas sabiendo las horas y lugares de salida y puesta del sol y la luna. Una característica que, sin duda, fue muy útil para realizar las fotos que os mostramos, ganadoras del certamen PhotoPills Awards 2020.
Un concurso abierto para todos los usuarios de la app, cuya participación es gratuita y que premia con hasta 6.600 dólares en metálico a los ganadores y su inclusión en el libro PhotoPills Awards. En total son 36 fotografías premiadas que «la comunidad de PhotoPills ha imaginado, planificado y capturado en 2020» y que llaman la atención con deslumbrantes fotos de atardeceres y amaneceres o de la Vía Lactea, todas ellas encuadradas en tres categorías, Fotografía nocturna, Fotografía de Luna y Fotografía del Sol.Velero durante un atardecer Omega capturado en Valencia (España) de Toni Sendra (@sendratoni)
Pero la que se lleva tres mil dólares en efectivo, al haberse hecho acreedora del título «PhotoPiller del año» es una «vieja conocida». No, no es la imagen de portada (obra de Kike Bustos y que hemos elegido por ser un homenaje a la famosa película) sino la que tenéis aquí encima y que tal vez os suene también. Su título es ‘The Omega Sun’ y su autor, Toni Sendrános contó hace unos meses cómo realizo está fabulosa imagen que llamó la atención incluso de la mismísima NASA.
Ganador absoluto de los Photopills Awards 2020
‘The Omega Sun’ de Toni Sendra:
Velero durante un atardecer Omega capturado en Valencia (España) de Toni Sendra (@sendratoni). Canon 5D Mark IV | 400mm | f/8 | 1/4000s | ISO 800
Las 36 mejores fotos de 2020
‘Salida de Sol en Nynäshamn’ de Philip Slotte
Hombre fotografiado desde una cueva durante la última salida de Sol de 2019 en Nynäshamn (Suecia) de Philip Slotte (@philipslotte). Nikon D810 | 16mm | f/16 | 1/13s | ISO 100
‘Star Trails en el camino’ de Marcin Zajac
Star trails sobre Bixby Bridge en la Pacific Coast Highway en Central California (EE. UU.) de Marcin Zajac (@mrcnzajac). Nikon D600 | 15mm | f/4 | 5min | ISO 100 | Fotos apiladas
‘La Luna y los molinos de viento de Consuegra’ de Juan López Ruiz
Salida de Luna del 11 de diciembre de 2019 sobre los molinos de viento de Consuegra (España) durante el atardecer de Juan López Ruiz (@j.lopez1989). Nikon D750 | 600mm | f/11 | 1/25s | ISO 100
‘Eclipse solar’ de Michael Ostaszewski
Hombre bajo el eclipse solar en los Andes (Chile) de Michael Ostaszewski (@michael_ostaszewski). Canon 5D Mark IV | 800mm | f/8 | 1/100s, 1/50s, 1/25s, 1/13s, 1/6s, 1/3s, 0,6s | ISO 800
‘Reflejo de la Vía Láctea sobre Uyuni’ de Jheison Huerta
Hombre bajo la Vía Láctea reflejada en el Salar de Uyuni (Bolivia) de Jheison Huerta (@jheison_huerta). Canon 5D mark IV | 16mm | f/2.8 | 20s | ISO 6400
‘Luna llena tras la Catedral de Mallorca’ de Jaume Llinàs
Luna Llena con la Catedral de Mallorca (España) de Jaume Llinàs (@ja1met). Sony a7 III | 560mm | f/8 | 1/40s | ISO 1600
‘Luz cenicienta roja’ de Yuri Beletsky
Luz cenicienta durante el crepúsculo sobre una silueta de la vegetación en el sur de Chile de Yuri Beletsky (@yuribeletsky). Nikon D810a | 200mm | f/5.6 | 1/20s | ISO 400
‘Bivouac bajo la nieve y la Vía Láctea’ de Pablo Ruiz García
Bivouac en la nieve bajo la Vía Láctea, cerca del Refugio Verónica en Picos de Europa (España) de Pablo Ruiz García (@pablo.ruizgarcia). Nikon D810 | 14mm | f/2.8 | 25s | ISO 6400 | 3800K
‘Torre Spinaker al atardecer’ de Trevor Owen
La Torre Spinaker de Portsmouth al atardecer desde Hayling Island (Reino Unido) de Trevor Owen (@tre_o_photo). Sony a7R III | 500mm | f/9 | 1/4000 | ISO 125
‘Circumpolar de color’ de Mario Konang
Circumpolar sobre algunos árboles de Mario Konang (@lightrecords_mario_konang). Sony a7 III | 15mm | f/2.8 | 30s | ISO 3200 | 505 fotos apiladas
‘Puesta de Luna tras Monserrat’ de Miquel
Puesta de Luna tras la montaña de Montserrat de Miquel (@somriualacamera). Canon EOS 80D | 300mm | f/6.3 | 1/500s | ISO 800
‘Salida de Sol en Caddell’s Folly’ de Trevor Owen
Salida de Sol sobre Caddell’s Folly en Naul (Meath, Irlanda) de Trevor Owen (@breaking_light_pictures). DJI Mavic Pro 2 | 28mm | f/3.5 | 1/200s | ISO 100
‘Arco de la Vía Láctea sobre el refugio Grignetta’ de Stefano Pellegrini
Arco de la Vía Láctea sobre el refugio Grignetta en los Alpes de Bergamo (Italia) de Stefano Pellegrini (@pels_photo). Nikon D850 | 20mm | f/1.8 | 30s | ISO 4000 | Filtro Haida Clear Night
‘Parishenge en el Arco del Triunfo’ de Carole Coiffier
Parishenge en el Arco del Triunfo en París (Francia) de Carole Coiffier (@carole_coiffiercolas). Nikon D850 | 200mm | f/8 | 1/8000s | ISO 160
‘Luna llena tras el mirador del Edge NYC’ de Jeff Casey
Luna llena tras el mirador del Edge NYC en Nueva York (EE. UU.) de Jeff Casey (@jeffrcasey). Nikon D850 | 390mm | f/9 | 1/50s | ISO 64
‘Vía Láctea sobre un arco de roca’ de Pablo Ruiz García
Vía Láctea sobre un arco de roca en Picos de Europa (España) de Pablo Ruiz García (@pablo.ruizgarcia). Nikon D810 | 14mm | f/2.8 | 25s | ISO 6400 | Panorámica de 2 filas (primer plano) y panorámica de 1 fila (cielo)
‘Siluetas de eclipse solar’ de Kareem Khalaf
Siluetas junto al eclipse solar de Kareem Khalaf (@kareemkhalaf_photography). Nikon D850 | 800mm | f/22 | 1/1000s | ISO 100 | ND 10 pasos
‘Silueta de Luna’ de Paco Farero
Silueta de Luna en La Pedriza (España) de Paco Farero (@paco_farero). Canon 5D Mark IV | 840mm | f/13 | 1/400s | ISO 3200
‘Cometa Neowise sobre Heastone Rock’ de Chris Olivas
Cometa Neowise sobre Heastone Rock en Josua Tree National Park (California, EE. UU.) de Chris Olivas (@cholivas). Sony a7S II | 200mm | f/4 | 10s | ISO 12800
‘Luna llena y Júpiter con sus lunas’ de Dani Sanz
Luna llena y Júpiter con sus lunas sobre la silueta de un escalador en La Pedriza (España) de Dani Sanz (@danisanzfoto). Canon 6D Mark II | 300mm | f/5.6 | 1/15s (foreground), 1/60s and 1/125s (Moon) | ISO 3200 | Multiplicador 2x | Fusión de 3 tomas
‘Efecto estrella tras el Sassolungo’ de Davide Donati
Efecto estrella tras el Sassolungo en los Dolomitas (Italia) de Davide Donati (@xandet). Nikon D750 | 30mm | f/13 | 1/100s | ISO 100
‘Cometa Neowise sobre Stonehenge’ de Declan Deval
Cometa Neowise sobre Stonehenge de Declan Deval (@decsphotos). Canon Ra | 150mm | f/5 |15s (foreground) and 30s (sky) | ISO 1600
‘Luna llena saliendo tras el Faro de Cape Byron’ de Bob Charlton
Luna llena saliendo tras el Faro de Cape Byron en Byron Bay (New South Wales, Australia) de Bob Charlton (@oz_nippon_images). Canon 5D Mark IV | 1200mm | f/13 | 1/125s | ISO 1000
‘Sol poniéndose tras la Virxe Do Porto’ de Daniel Viñé
Sol poniéndose tras la ermita de Virxe Do Porto en Valdoviño (España) de Daniel Viñé (@danielvgphoto). Sony a7R III | 12mm | f/16 | horquillado de la velocidad | ISO 100
‘Arco de la Vía Láctea sobre el castillo de Barcience’ de Luis Cajete
‘Luna llena tras el campanario’ de Josep Benejam Enrich
Luna llena tras el campanario de la Catedral de Menorca (España) de Josep Benejam Enrich (@j.benejam). Nikon D7100 | 400mm | f/5.6 | 1/4s | ISO 280
‘Luna llena sobre una chimenea industrial’ de Jesús Manzaneque
Luna llena sobre una chimenea industrial en España de Jesús Manzaneque (@forilmanza). Nikon D500 | 600mm | f/6.3 | 1/100s | ISO 400
‘Siluetas de atardecer’ de Amit Solanki
Siluetas durante la puesta de Sol en Bombay (India) de Amit Solanki (@vasco_di_gama). Nikon D3500 | 90mm | f/7.1 | 1/250s | ISO 200
‘Vía Láctea al final del camino’ de Jaime Gil
Vía Láctea vertical al final del camino en Yecla (España) de Jaime Gil (@jamesgilro). Canon 6D | 35mm | f/1.4 | 10s | ISO 2500
‘Salida de Sol tras el One World Trade Center’ de Alyssa
Salida de Sol tras el One World Trade Center (Nueva York, EE. UU.) de Alyssa (@amc811.photos). Sony a7R III | 600mm | f/6.3 | 1/4000s | ISO 100
‘Vía Láctea alineada con las Salinas de Fuencaliente’ de Pablo Ruiz García
Vía Láctea vertical alineada con las Salinas de Fuencaliente (La Palma, España) de Pablo Ruiz García (@pablo.ruizgarcia). Nikon D810 | 14mm | f/2.8 | 25s | ISO 6400
‘Luna llena saliendo tras los molinos de viento de Campo de Criptana’ de Jesús Manzaneque Arteaga
Luna llena tras los molinos de viento de Campo de Criptana (España) de Jesús Manzaneque Arteaga (@forilmanza). Nikon D500 | 600mm | f/6.3 | 1/25s | ISO 100
‘Erupción solar’ de Mariano Srur
Erupción solar capturada en Chile de Mariano Srur (@marianosrur). Sony a7R IV | 600mm | f/11 | 1/60s | ISO 100 | 5875K
‘Petroglífos de nativos americanos bajo las Gemínidas’ de Igal Brener
Petroglífos de nativos americanos bajo la lluvia de estrellas de las Gemínidas (Nuevo México, EE. UU.) de Igal Brener (@igal_photo). Sony a7R III | 28mm | f/2.8 | 10s | ISO 1600
‘Silueta de Elliott y E.T. tras una Luna llena’ de Kike Bustos
Silueta de Elliott y E.T. tras una Luna llena (Madrid, España) de Kike Bustos (@kikebustos.fotografia). Canon EOS 77D | 600mm | f/11 | 1/6s | ISO 800
Igualdad, identidad, acoso, discriminación, maltrato e invisibilización, cada una de las fotografías que vamos a ver reflejan diferentes caras de un mismo espejo: aquel en el que las mujeres nos hemos visto reflejadas, a veces de forma privada, otras pública, otras en ambas esferas, a lo largo de 100 años.
Además, cada una de esas fotos está firmada por una fotógrafa diferente, grandes y reconocidas profesionales que, a diferencia de otras muchas, tienen su lugar, ellas sí, en la historia de la fotografía. Mujeres que, a veces de forma inesperada, captaron realidades no muy diferentes en diferentes momentos históricos; mujeres que hicieron de la cámara su pasión, su modo de vida, su profesión y, sobre todo, su forma de estar en el mundo, un lugar hostil al que desafiaron mostrando su cara oculta, realidades que o bien se aceptaban y fomentaban bajo el manto de la costumbre, la tradición o la cultura, o que directamente se negaban y borraban.
De alguna manera, y con estas imágenes, estas fotógrafas nos permiten recorrer un camino que comienza en 1896 y termina con la llegada del nuevo siglo, en 2000. Es curioso comprobar como todas y cada una de las situaciones que esas fotos reflejan, desde la más antigua a la más moderna, siguen de plena actualidad ya bien entrado el siglo XXI. Veámoslas.
‘SELF-PORTRAIT AS A NEW WOMAN’, de Francis B. Johnston (1896)
El de Francis B. Johnston (1864-1952) es de esos nombres que nos hace dudar cuando lo oímos, suena aristocrático, a escritora decimonónica o a profesora universitaria de Literatura, puede que incluso a poetisa maldita, quién sabe. Y eso debería preocuparnos porque Johnston está considerada la primera fotorreportera de la historia y una pionera en hacerse un hueco en el masculinizado mundo de la fotografía profesional. Todo eso lo hizo, además, antes de terminar el siglo XIX.
Su famoso autorretrato refleja muy bien cuál fue su actitud ante la vida y ante las limitaciones impuestas a las mujeres en todas las áreas de la vida, no solo en lo profesional, en aquella sociedad que se asomaba al nuevo siglo.
“Autorretrato como una nueva mujer” es toda una declaración de intenciones, aunque algunos de los importantes detalles y gestos que contiene puede que hoy en día se nos escapen. En aquella época, retratarse al lado del hogar o fuego bajo era algo típicamente masculino, como lo era la propia pose de Francis, con una pierna sobre la otra y dejando a la vista media pierna y la enagua bajo su falda. Lo es también el propio acto de fumar, su forma de sujetar el cigarro y la manera en que su codo se apoya en la rodilla de forma que el torso se inclina hacia delante. En la otra mano sujeta una jarra de cerveza.
Johnston era muy meticulosa en su trabajo y nada en esta imagen está dejado al azar. Utiliza los contrastes entre zonas oscuras y zonas claras para hacernos fijar la vista donde a ella le interesa y asegurarse así que de que el efecto de la imagen y su mensaje sean captados por quienes la miren.
Un ejemplo muy claro es el de las enaguas, que enmarcan sus piernas “desnudas”, es decir, desprovistas de la recatada y obligada protección de la falda. Su rostro, la jarra de cerveza y el cigarrillo componen un triángulo a modo de tres puntos de luz cuyo objetivo es también llamar nuestra atención.
Otro punto estratégico que atrae nuestra mirada lo forman las fotografías familiares sobre la repisa de la chimenea. La propia línea horizontal de la repisa y la zona oscura que forma contrasta claramente con la claridad de los retratos. Todos los que aparecen en esas fotos son hombres. El mensaje es claro y para nada sutil: en el hogar, en la familia, es el hombre al que se venera y reconoce.
La lectura de la foto está dirigida de una forma muy concreta: de su rostro a sus piernas, y de estas a las fotografías de la chimenea. Después de eso es cuando el resto de detalles ganan presencia y significado: la jarra, el cigarrillo, la postura…
El resto de objetos de la escena son parte de la personalidad y de la figura de la propia Francis, de su identidad construida: jarrones, figuras y demás objetos que enmarcan y acompañan a la fotógrafa no son meros ornamentos, son objetos adquiridos por ella misma durante sus viajes como fotorreportera. Ni siquiera el fuego que arde en la chimenea se vería como algo casual, su llama y su calor apuntan directamente al cigarrillo de Johnston, y viceversa. Ese fuego, que es uno de los símbolos universales del hogar y del calor de la familia, no se ve nítido, sino algo borroso, adelantando quizá la forma en la que irán difuminándose y cambiando los propios roles que sostienen la idea de hogar y familia tradicional, empezando por el de la mujer. La llama que quema el cigarrillo, en cambio, no se percibe más allá de la ceniza de la punta, símbolo de la trasgresión y de la llama incipiente del cambio que se avecina y que vendrá de manos como la que sostiene el pitillo.
Francis B. Johnston fue también la autora de un texto histórico en la relación entre mujer y fotografía, un artículo titulado “Lo que una mujer puede hacer con una cámara”. Publicado en el Ladies’ Home Journal, Johnston lo escribió a los 34 años y en él daba una completa serie de consejos para que las mujeres de su época se dedicaran a la fotografía, un campo en el que no estaba mal visto que se ganaran la vida. Más tarde, con la profesionalización, vendría también la masculinización de la profesión y la consecuente discriminación hacia las mujeres.
Leído en pleno siglo XXI, puede resultar algo ingenuo e incluso infantil, pero en 1897 fue el punto de partida para que muchas mujeres encontraran su propio camino y disfrutaran de una independencia económica, artística y vital que hasta entonces les había sido negada. Johnston no hizo sino plasmar en papel su propia experiencia. Ella misma fue el mejor ejemplo de la libertad que la fotografía como profesión podía otorgar a las mujeres.
Para una mujer enérgica y ambiciosa, incluso si sus oportunidades son pequeñas, el éxito siempre es posible, y el trabajo duro, inteligente y concienzudo puede llevarnos a obtener grandes resultados, aunque los comienzos sean humildes.
Pero, sobre todo, ten recursos, hazlo lo mejor que puedas con lo que tengas a tu disposición, hasta que puedas tener el equipo con el que sueñas. La combinación de recursos, sentido común, buen gusto y trabajo duro raramente falla en un país como el nuestro, donde una mujer solo necesita el coraje para dar el primer paso y una profesión adecuada a su talento y a su capacidad de éxito.
‘I’M IN TRAINING, DON’T KISS ME’, de Claude Cahun (1927)
La reivindicación y superación de las identidades de género es algo que hoy, en pleno siglo XXI, está a la orden del día. Pero, a pesar de lo que pueda parecernos, esta reivindicación no es tan moderna ni tan novedosa como seguramente nos parece. Ya en los años 20, una fotógrafa llamada Claude Cahun (1894-1954), hizo de la ambigüedad y de lo no-binario su razón de ser tanto vital como artística. Fue, en todos los sentidos, una adelantada a su época.
André Breton, fundador del Surrealismo, la describió en su día como “uno de los espíritus más curiosos de nuestro tiempo”. Sin embargo, Cahun era la única artista de la citada corriente que expresó públicamente un género que ahora nos referimos como “no binario”, en un momento, primer tercio del siglo XX, en el que los sexólogos apenas estaban comenzado a tratar y estudiar el tema de la transexualidad.
Sin embargo, esa idea de ir más allá de lo femenino y lo masculino no formó parte, ni siquiera testimonial, del movimiento surrealista, a pesar de su manifiesta oposición a las normas sociales que regían la época. Es cierto que Marcel Duchamp, una de las figuras clave en el desarrollo del surrealismo, se creó un alter ego femenino, una mujer llamada Rrose Sélavy, y que fue fotografiado como mujer por Man Ray, aquello no tenía ningún afán reivindicativo ni de denuncia.
El autorretrato era una de las notas distintivas de la fotografía de Claude Cahun. Se definía a sí misma como “neutral”, y esa neutralidad se reflejaba en sus autorretratos, que causaban perplejidad y confusión. Como hombre daba una imagen afeminada, y como mujer, resultaba masculina.
La fotografía que he escogido para este post es prueba de ello. Se titula “Me estoy entrenando, no me beses” y se hizo en 1927. En ella, Cahun mezcla atributos típicamente masculinos y femeninos, y otros, como los pezones falsos cosidos con hilo, claramente performativos. El ejercicio físico, y más con pesas, era cosa de hombres, como lo era entonces el peinado y la ropa que lucía. No así su postura corporal ni la gestualidad de su rostro, claramente femeninos. Lo masculino y lo femenino se entremezclan hasta fundirse en un todo imposible de definir a través de códigos tradicionales. Y ese era, precisamente su objetivo; no definirse de forma concreta, porque toda definición limita y ese concepto de límite y frontera era una de las cosas contra las que Cahun luchaba. Se trataba de explorar su identidad, no de definirla ni clasificarla. Por eso jugaba y transformaba su propia imagen, lo mismo se retrataba como un deportista entrenando, que se caracterizaba como Buda o una muñeca, o jugaba a colocarse máscaras. La identidad, nos dice Cahun, es como una máscara, algo cambiante e intercambiable.
Con autorretratos como éste y la utilización de máscaras tanto físicas como metafóricas, Cahun reivindica el derecho no tanto a autodefinirse como a mutar dentro de esa autodefinición, y a hacerlo tantas veces como sea necesario sin tener que sufrir ningún perjuicio social, político ni, por supuesto, cultural por ello. La identidad es así una construcción en constante mutación.
Cahun nació en Nantes, Francia, como Lucy Schwob, en el seno de una familia judía acomodada. De niña conoció a la que sería su pareja, Suzanne Malherbe, que fue la que disparó la cámara en muchos de sus autorretratos y que cambió su nombre por el de Marcel Moore. Curiosamente, además de ser pareja acabaron siendo hermanastras, ya que el padre de Claude se casó en segundas nupcias con la madre de Marcel.
Su condición transgresora (y sumamente incómoda para la sociedad de la época, aun siendo artista) y lo controvertido de su obra hicieron que no obtuviera un verdadero reconocimiento hasta 1992, casi 40 años después de su muerte. Cahun y su obra, así como su forma de entender la identidad, fueron unas adelantadas a su tiempo; su particular baile de máscaras hubiera sido mejor entendido y valorado hoy en día, casi 100 años después.
Recuerdo que era Carnaval. Había pasado mis horas de soledad disfrazando mi alma. Las máscaras eran tan perfectas que cuando sus caminos se cruzaron en el gran cuadrado de mi conciencia no se reconocieron. Seducida por su fealdad cómica, procedí a explorar los peores instintos posibles; di la bienvenida a los monstruos jóvenes y los alimenté. Pero el maquillaje que había usado parecía indeleble. Me froté tan fuerte para tratar de eliminarlo que acabé quitándome la piel. Y mi alma, como un rostro desollado, desnudo, ya no tenía forma humana.
(…)
Cierro los ojos para salir de la orgía … me acurruco en una bola, renuncio a mis límites, me doblo hacia un centro imaginario… me afeitan la cabeza, me sacan los dientes y me cortan el pecho – todo lo que moleste o ralentice mi mirada – mi estómago, mis ovarios, el cerebro consciente y enquistado. Cuando me quede una sola carta en la mano, sólo el corazón palpitante para apuntar hacia a la perfección, seguramente habré ganado.
‘AN AMERICAN GIRL IN ITALY’, de Ruth Orkin (1951)
No es fácil fotografiar el acoso, sobre todo cuando es sutil se produce en ámbitos o lugares privados, pero tampoco lo es cuando es público y aparentemente evidente. La fotógrafa norteamericana Ruth Orkin (1921-1985) lo consiguió en 1951, cuando fotografió a su amiga Ninalee Craig mientras paseaba por Florencia. El resultado fue esta imagen llamada “Una chica americana en Italia”.
La imagen, tan perfecta que hay quien afirma que está escenificada, muestra a Craig paseando por una acera mientras varios hombres la observan sin disimulo e, incluso, alguno de ellos parece estar diciéndole algo o haciéndole algún gesto mientras tiene una de sus manos muy cerca de sus genitales. La cara de Craig, la forma en la que se aferra a su fular con una de sus manos, transmiten tensión y miedo.
Sin embargo, y sorprendentemente, tanto Orkin como su amiga negaron siempre que se tratara de una situación de acoso:
Yo estaba entusiasmada, disfrutando del mejor momento de mi vida. Me sentía como Beatriz paseando por Florencia y sentía que Dante podía aparecer en cualquier momento y descubrirme (…) Esa foto no simboliza el acoso, simboliza a una mujer disfrutando de una experiencia maravillosa (…) Los hombres que ven la foto me preguntan si sentía miedo, si necesitaba protección y si estaba agobiada, siempre muestran esa preocupación tan típica en ellos… Te hacen sentir apreciada, y la expresión de mi cara es la de estar por encima de todo eso.
Orkin y Craig se habían conocido allí mismo, en Florencia. Craig estaba de viaje por Europa y Orkin se encontraba trabajando para la revista Life. Fue la fotógrafa la que le propuso a su nueva amiga ser su modelo y hacer varias fotos que mostraran cómo era ser mujer y viajar sola en los años 50. Las imágenes se incluyeron en un ensayo fotográfico publicado en la revista Cosmopolitan en el año 1952 titulado “Cuando viajas sola…”, y en el que se daban consejos sobre “dinero, hombres y normas para viajar de forma despreocupada y segura y cuando lo haces sola”. En él se decían cosas como que “la admiración pública no debería ponerte nerviosa. Mirar a las mujeres es unpasatiempo popular, inofensivo y halagador del que serás objeto en muchos países extranjeros. En esos lugares, los caballeros son más ruidosos y más expresivos que en Estados Unidos, pero no hacen daño a nadie”.
Una “interpretación” curiosa pero muy habitual del acoso, sobre todo en aquella época, aunque tampoco conviene olvidar que situaciones como esa siguen ocurriendo, y muchas veces justificándose, hoy en día, más de medio siglo después.
La foto de Ruth Orkin se convirtió, muy en contra de los deseos de su autora y de su protagonista, en uno de los símbolos de denuncia del acoso indiscriminado a las mujeres. Y también, por qué no decirlo, de su aceptación. Compositivamente funciona muy bien y de manera muy sencilla, con su protagonista en el centro del encuadre, la direccionalidad marcada por el propio dibujo de la acera y su bordillo, y la propia presencia de los hombres a lo largo de ella, prácticamente todos mirando a Craig y reforzando nuestra atención en ella. Su rostro y el gesto de su mano agarrando el fular, actúan de catalizadores y nos hacen volver a recorrer todo el marco reinterpretando la escena y reforzando esa sensación de tensión y acoso. Deliberado o no, real o impostado, es lo que transmite esa imagen.
Muy pocos de aquellos hombres tenían un trabajo. Italia estaba recuperándose de una guerra, estaba devastada… y te aseguro que ninguno de ellos tenía la intención de acosarme.
‘LA TARDE, CAMPILLO DE ARENAS’, de Cristina García Rodero (1978)
Resulta imposible mirar esta foto de Cristina García Rodero (1949) y no quedarse observándola durante un buen rato, maravillados ante lo que cuenta y cómo lo cuenta. Pocas veces la desigualdad entre hombres y mujeres ha sido tan bien retratada, de forma tan directa, tan cruda y tan contundente.
La imagen formó parte de la exposición La España oculta, que también tuvo su versión en libro. Las fotografías de García Rodero eran fruto de los numerosos viajes que hizo la fotógrafa por los pueblos de la península y dieron lugar a un trabajo de un gran valor antropológico.
Esta fotografía, titulada sencillamente como “La tarde, Campillo de Arenas” fue tomada en Jaén, y además de por su contenido, llama la atención porque recoge algunas de las grandes características del estilo de Cristina García Rodero. En ella hay tres elementos centrales: una anciana tras una ventana enrejada, un hombre sentado en la acera, frente a la puerta abierta de la vivienda, y la propia puerta, que enmarca la figura del anciano, en contraposición a la de la mujer, enmarcada por la propia ventana.
Ambos conjuntos, el de la mujer en la ventana y el del hombre frente a la puerta, funcionan por oposición: la mujer, vestida de negro, está en el interior de la casa, de pie, agarrando los barrotes con sus manos y mirando directamente a cámara. A sus espaldas se ve una especie de cortina o tela con bordados, casi parecen las alas de un ángel. Mirarla es ver a un ave encerrada en una jaula. El hombre, en cambio, está en la acera, vestido con tonos más claros, sentado en una silla colocada en el exterior de la casa, y parece guardar la puerta de entrada a la vivienda, que permanece abierta. Guarda sus posesiones; la casa y, por supuesto, la mujer. La pared blanca y desnuda que separa la ventana de la puerta y, por tanto, a ambas figuras protagonistas, ocupa el centro de la imagen, reforzando los extremos y creando una mayor tensión.
La diagonal ascendente dibujada por el bordillo de la propia acera, refuerza ese diálogo entre los elementos principales de la fotografía.
Se trata de una imagen que, sin embargo, transmite un cierto aire de serenidad y quietud, de tiempo detenido. A ello contribuye la cuidada luz con la que está tomada, muy suave, tenue. Eso no resta rotundidad al mensaje. Es imposible no percibir el peso de la tradición, de la costumbre, de destino sellado que emana de todo el conjunto. La suya es, aunque suene extraño, una serenidad opresiva.
Cristina García Rodero, la primera persona de nacionalidad española en entrar en Magnum, no ha sido ajena a la discriminación por ser mujer y también, como ella misma cuenta, por su físico. Con la foto tomada en aquel pequeño pueblo jienense no pretendía denunciar nada, sino mostrar una realidad muy presente en la España de la época (y no solo en la rural). La fuerza de la imagen trascendió a la intención de su autora, una mujer que a finales de los 70, fecha en el que fue tomada la foto, se movía también en un mundo de hombres.
No es que haya fotógrafos machistas. El problema es que la fotografía es machista.A las mujeres se nos ha dejado siempre de un lado en la fotografía. Siempre es el hombre el que ha tenido voz y mando y en la mujer se ha confiado poco. Siempre se ha pensado que esto, para nosotras, era trabajo de un periodo de tiempo que dejaríamos antes o después porque nos vendrían “otras cosas”. Eso lo he oído yo muchas veces. No hay futuro para confiar en ellas. No se ha creído en nosotras, esa es la realidad.
“BEHIND CLOSED DOORS”, de Donna Ferrato (1982)
La violencia de género era una “cuestión privada” que debía solucionarse “de puertas hacia adentro” hasta que una fotógrafa llamada Donna Ferrato (1949) la captó en toda su crudeza y la puso sobre la mesa. Las fotos, sin embargo, tardaron años en ver la luz porque nadie quería publicarlas. Los trapos sucios, y estos lo eran, se lavaban en casa.
En 1980, la edición japonesa de la revista Playboy encargó a Ferrato un reportaje sobre matrimonios neoyorquinos de clase alta que practicaban el intercambio de parejas. Localizó a un hombre y una mujer que acababan de instalarse en la ciudad junto a su hijo pequeño y que frecuentaban un club de intercambio. Ferrato trabó amistad con ellos e incluso se quedó a dormir en su casa algunas noches. Fue en una de esas ocasiones cuando, alertada por las voces y los gritos, presenció como el marido agredía a la mujer en uno de los baños de la casa. Cuenta Ferrato que su primera reacción fue coger la cámara y fotografiar lo que estaba pasando. Después, trató de poner fin a la disputa y se marchó de la casa.
De este episodio nació una serie de fotos, “Tras las puertas cerradas”, la más conocida es la que incluyo en este post.
Afectada por lo que acababa de ver y fotografiar, Donna Ferrato guardó el carrete en un cajón durante cuatro meses. Cuando asimiló lo que había sucedido, y a pesar de ser muy consciente de que la violencia doméstica no tenía espacio en los medios de modo que simplemente “no existía” porque no se hablaba de ella, acudió con las fotos a John Loengard, editor de la revista Life. Su respuesta fue la esperada: “Nadie te publicará estas fotos”.
Esa negativa hizo que Ferrato se replanteara su estrategia. Si nadie le publicaba las fotos, lo haría ella misma. Decidió seguir trabajando el tema y publicar un libro con el material que consiguiera. Lo hizo, bajo el título “Viviendo con el enemigo” y su éxito hizo que años después la revista Life incluyera la foto de la agresión en el baño en la lista de imágenes más influyentes del momento. La fe y perseverancia de Ferrato y el trabajo de visibilización de lo que se demostró que era una auténtica lacra, hicieron que en 1994 el Congreso de Estados Unidos aprobara la Ley de Violencia contra la Mujer.
La imagen de Ferrato funciona por su contundencia, más que por su composición. La fotógrafa estadounidense no tuvo tiempo de pensar mientras la hacía. Ella misma aparece reflejada en el espejo del baño, que es el elemento que ocupa una mayor superficie de la imagen y que nos permite ver, en su reflejo, la cara del agresor mientras golpea a su mujer. La cara de la víctima permanece oculta por la misma mano que la está agrediendo. Años más tarde, Ferrato y la propia víctima contarían a los medios, en una entrevista, todo lo que allí sucedió y qué pasó con aquella familia después de la agresión. La imagen se completaba así con la historia de los protagonistas con nombres y apellidos.
El retrato de una mujer maltratada, su mirada, dice mucho más que páginas y páginas de informes médicos y policiales. Jamás entenderemos la violencia contra las mujeres si no conectamos a gente real con historias reales. Por eso no me dedico a la fotografía artística, porque para mí no hay nada más poderoso que una historia real.
‘FERVOR’, de Shirin Neshat (2000)
Shirin Neshat (1957) es una artista visual iraní que trabaja desde el exilio. A su condición de mujer se une la de proceder de un país islámico y la de ser artista, condiciones que suelen ser objeto de más de un prejuicio.
Neshat vivió en el Irán de antes de la Revolución Islámica hasta los 17 años, cuando se marchó a Estados Unidos a estudiar. Dejó atrás una sociedad secularizada y democrática, en plena efervescencia cultural. Volvió 12 años después, tras la Revolución Islámica de 1979, y se encontró con un país totalmente transformado que no tenía nada que ver con el que ella dejó atrás. La cultura persa había sido barrida y sustituida por la cultura islamista; fue una transformación profunda y general que afectó de lleno al papel de la mujer en la sociedad.
Estudiando a la mujer, se puede ver cuál es la estructura y la ideología de un Estado.
“Fervor”, el trabajo al que pertenece la fotografía, es un video que se exhibe a doble pantalla y que cuenta una historia que tiene lugar en Irán. Está filmado en Marruecos en el año 2000. Los protagonistas son dos, un hombre y una mujer, cuyas historias transcurren cada una en una pantalla. Ambos se dirigen a pie a una reunión donde un mullah (un doctor en ley islámica) predica sobre la castidad una multitud separada por sexos. Las mujeres, de negro, se colocan a la derecha, los hombres, de blanco (la mayoría), a la izquierda. Una tela negra y gruesa separa a ambos grupos. Los dos personajes protagonistas rompen la homogeneidad de ambos grupos. Lo hace más claramente ella, la única levantada y a la que vemos el rostro, que destaca por su blancura sobre el negro de su atuendo, mientras camina en dirección opuesta a la mirada de sus congéneres. El hombre, por su parte, es el único entre los suyos que tiene la cabeza vuelta hacia un lado y observa directamente a la mujer. A medida que avanza la proyección se ve que hay atracción entre ellos, pero ambos reprimen sus sentimientos y guardan siempre las apariencias. Se contienen obligados por la presión del espacio público y el peso del riguroso orden impuesto sobre una base religiosa y cultural. Su amor no llega a cristalizar y la historia no acaba sin ser resuelta.
Este trabajo de Neshat revela algunos de los intereses que guían a su autora, especialmente atraída por la tensión que crean conceptos como la tentación, la sexualidad y el deseo en las sociedades del Medio Oriente. En “Fervor” hace referencia al fervor grupal y religioso, pero también al sentimiento de atracción reprimido entre un hombre y una mujer. Esta historia sirve a Neshat de vehículo para hablar de la tensión que se crea entre los propios individuos y el orden social establecido.
Este proyecto está directamente conectado con otro llamado “Rapture”, una instalación audiovisual de 1999 en la que Neshat proyectó en dos paredes contrapuestas, dos narrativas paralelas: en una, se mostraba a los hombres habitando un entorno arquitectónico moderno, en la otra, un grupo de mujeres cantaba, rezaba y cruzaba un desierto hasta llegar al mar. El mensaje era claro: lo masculino se liga a lo moderno y racional; lo femenino, a la naturaleza, lo salvaje y lo irracional.
Lo que denuncia Neshat, cuyo trabajo aborda siempre cuestiones sociales, políticas y psicológicas que afectan directamente a las mujeres que viven en sociedades islámicas contemporáneas. Pero su denuncia tiene una doble vertiente; no solo va dirigida a la parte más opresiva del islamismo, también da un toque de atención a Occidente y su forma reduccionista y estereotipada de presentar y considerar a la mujer musulmana.
Una parte de mí siempre se ha resistido a la imagen cliché occidental de las mujeres musulmanas, presentándolas como nada más que víctimas silenciosas. Mi arte, sin negar la “represión”, es un testimonio del poder femenino tácito y la continua protesta en la cultura islámica.
Para ella, occidente tampoco es un modelo a seguir en muchos aspectos, sino que es un lugar en el que la propia cultura está en peligro abocada a ser un mero entretenimiento cuando la cultura, en esencia, “es una forma de resistencia” y el arte “un arma”. Convertirlos en mero entretenimiento es la forma más eficaz de anestesiarlos.
En la Revolución Islámica, las imágenes que se difundían mostraban a mujeres sometidas y sin voz propia. Pero ahora, en los últimos años, vemos una nueva forma de feminismo en las calles de Teherán, mujeres con estudios, progresistas, contrarias al tradicionalismo, que viven la sexualidad de forma abierta, que son valientes e inequívocamente feministas. Estas mujeres y hombres jóvenes, han logrado unir a los iraníes de todo el mundo, dentro y fuera del país. Y yo descubrí por qué estas mujeres me resultan tan inspiradoras, y es porque ante cualquier circunstancia han logrado desafiar los límites, se han enfrentado a la autoridad, han roto las reglas con pequeños y grandes gestos. Y, una vez más, se han reafirmado a sí mismas. Y yo estoy aquí para declarar que las mujeres iraníes han encontrado una nueva voz, y que esa voz me ha ayudado a mí a encontrar la mía. Por eso es un gran honor ser una mujer iraní, una artista iraní, aunque por ahora me vea obligada a trabajar solo en Occidente.
LA CÁMARA COMO ARMA Y LA FOTOGRAFÍA COMO RESISTENCIA
A través de estas seis fotografías, acabamos de hacer un viaje por algunos de los males a los que las mujeres hemos tenido que hacer frente en el siglo XX: la falta de independencia económica, la discriminación por nuestra identidad sexual, por nuestro género, la violencia doméstica, el acoso y la discriminación social, cultural y religiosa.
Fotografías como estas que hemos visto podrían seguir tomándose, y de hecho se siguen tomando, en pleno siglo XXI. Fueron hechas en momentos históricos y contextos concretos, muy distintos, pero las discriminaciones y abusos que denunciaron en su día siguen vigentes. Así, mirarlas nos sirve para ser conscientes del reto que supone reivindicar nuestro lugar en espacio privado (recordad las fotos de Cristina García Rodero y de Donna Ferrato), en el público (las fotos de Ruth Orkin y Shirin Neshat) y en el profesional (Johnston), sin olvidar nunca la necesidad de reconquistar y explorar nuestro cuerpo y nuestro propio yo, liberándolo de ataduras externas o autoimpuestas (Claude Cahun).
Francis B. Johnston, Claude Cahun, Ruth Orkin, Cristina García Rodero, Donna Ferrato y Shirin Neshat inmortalizaron para siempre situaciones que nos siguen afectando mujeres de diferente condición, clase social, procedencia y contexto social. De alguna forma, y parafraseando a Neshat, han hecho de su cámara un arma y de la fotografía un valioso vehículo de resistencia a la opresión de todo tipo.