En el mundo de la fotografía se puede trabajar de muchas formas. En soledad es una de las mejores formas de hacerlo. Evitas distracciones, estás pendiente de todo lo que te rodea y tienes la posibilidad de encontrar la foto que estamos buscando desde que la vimos en nuestra cabeza. Salir solo a hacer fotos puede que no sea lo más divertido pero mejoraremos como fotógrafos.
La fotografía cada vez es más popular. Nunca se han hecho tantas fotos por segundo ni tantas personas tenían una cámara para expresarse. Todo el mundo se autorretrata, muestra la felicidad de estar junto a los amigos, la familia o la pareja.
Esos disparos son perfectos. Normalmente la fotografía es como el pensamiento. Al final quedan los recuerdos felices. Y normalmente es cuando estamos acompañados. Pero los buenos fotógrafos, esos que aparecen en las enciclopedias o que se recuerdan constantemente en los artículos de internet, trabajan solos. Cámara al hombro y a recorrer kilómetros en su barrio, su ciudad, su país o el mundo entero.
Normalmente la fotografía es como el pensamiento. Al final solo quedan los recuerdos felices. Y normalmente es cuando estamos acompañados. Pero los buenos fotógrafos, esos que aparecen en las enciclopedias o que se recuerdan constantemente en los artículos de internet, trabajan solos.
La concentración es básica para fotografiar. Es un trabajo al que hay que dedicarle tantas o más horas que cualquier otro. Es lo que la gente que empieza no suele entender. Los que piensan que hacer fotografías es fácil y que no tienes más que dar un botón. Que es un mero acto mecánico.
Hacer fotos es bastante más. El disparo es solo un gesto al final. Para llegar a él hemos tenido que aprender, pensar y trabajar mucho. Y todo esto es un recorrido solitario con toda la ayuda que hayamos podido reunir en el camino.
Pero llegará el momento en el que tendremos que andar solos para conseguir lo que queremos. Ahí nos daremos cuenta de si servimos para este mundo o debemos buscar otras formas de expresión.
Hacer fotos hoy en día
Seguro que muchos de vosotros estáis deseando las vacaciones (aquí hay uno que está soñando con ellas). Pero llega la realidad: la familia, los niños, los amigos, el calor, el me aburro, el vamos a tomar algo que esto es un rollo, el ni loco me voy a esas horas a dar una vuelta por el monte… Las vacaciones como las entienden muchos.
Y tampoco puedes convertir a tus acompañantes en las víctimas de tu mundo perverso, donde puedes esperar horas a que el sol esté en la posición adecuada… Así no hay forma de hacer nada realmente bueno. Si acaso bellas postales para contentar nuestro ego.
Es el síndrome del fotógrafo actual. Como no tengo tiempo y quiero hacer cosas buenas, busco las coordenadas de otros fotógrafos para hacer la fotografía de postal. Es otra forma de trabajar.
Es el síndrome del fotógrafo actual. Como no tengo tiempo y quiero hacer cosas buenas, busco las coordenadas de otros fotógrafos para hacer la fotografía de postal. Es otra forma de trabajar.
Pero cuando el fotógrafo se hace es cuando deja todo el lastre y se lanza en soledad por los caminos que le marque el destino o la planificación de su proyecto. En ese momento puede sacar todo lo que tiene dentro. Es cuando se ve obligado a descubrirse como hacedor de imágenes.
Es dueño de su tiempo. No tiene que dar explicaciones y puede esperar todas las horas que necesite. O incluso darse el gusto de no hacer uno solo disparo porque se ha limitado a mirar, una cosa que deberíamos hacer más y que actualmente está mal visto por considerarse algo poco productivo.
En estos tiempos en los que el arte, la literatura o la poesía, o el simple placer de aburrirse está mal visto, no se concibe un fotógrafo solitario. Por eso triunfan hoy en día las mismas fotos de los mismos sitios desde los mismos puntos de vista. Para demostrar que hemos aprovechado el tiempo.
Se repite ese karma del triunfo por encima de todas las cosas, de los cientos de likes en las redes sociales, de la aprobación de los desconocidos que valoran más la nitidez que el mensaje. Se ha llegado al punto de negar el poder de la fotografía de trasmitir historias…
La soledad del fotógrafo
Así que si queremos mejorar como fotógrafos tenemos la pista de miles de autores que han demostrado cómo hay que trabajar y los sacrificios que hay que hacer por una buena imagen.
Ahí está Eugene Atget que nunca dejó de hacer fotos del París que desaparecía. O los miembros de la agencia Magnum cuando eran pocos y se repartían el mundo para contarlo. O Bill Cunningham que no dejaba de estar solo en la Gran Manzana a pesar de estar rodeado de la flor y nata de la sociedad.
También podemos recordar las travesías por Cuenca del bueno de Navia en las que terminaba durmiendo en hoteles perdidos. O la solitaria vida de Cristina García Rodero para encontrar esa España oculta…
Ser buen fotógrafo es duro. Hay que saber estar solo para hacer lo que uno quiere realmente. Y como muchos de vosotros no queréis llegar a tanto (ni falta que hace) siempre podéis salir por la mañana pronto y volver con el desayuno. O si hace mal tiempo escapar con un impermeable a la calle. O no dejarse llevar por la siesta.
Es en esos momentos cuando podremos hacer mejor nuestra función. Pendientes de todo lo que nos rodea, valorando la luz, las miradas de los que nos rodean e incluso la posible conversación con aquellas personas que llaman nuestra atención y que nos pueden brindar la fotografía de nuestra vida. Porque aunque la vida del fotógrafo es solitaria no quiere decir que no encontremos gente interesante en cada esquina a la que mirar a través del visor.